Echar raíces donde vas, amar lo que el destino te construyo. Dejar volar nuestros sueños, ir por ellos luego y hacer cambios en el camino, cuanto mejor. Cuando deje San Pedro pensé que jamás encontraría un verano tan mágico como aquel vivido. Añore el regreso, los recuerdos y momentos pasados bajo esos cielos perfectamente estrellados que me cobijaron. Pero ahora me encuentro en el otro extremo del mapa, comenzando a sentir la pronta partida. Disfruto los lugares que veo cada día porque sé que no los volveré a tocar por un largo tiempo. Sin embargo, lo más doloroso es alejarme de todas esas personas especiales que se cruzaron en esta etapa de mi vida (o bien yo me metí en las suyas). Aunque pudo muy bien no haber sido así.
En uno de sus libros García Márquez dijo: la vida es la cosa mejor que se ha inventado, pues cuanta verdad hay en esas palabras. Cuantos errores cometo a diario y si me preguntas que cambiar, mi respuesta seria simplemente nada porque sin ellos ahora no estaría aquí sonriendo cada mañana. Mi vida se está construyendo y no es perfecta, aunque para mí ha sido la mejor.
Aún no es tiempo de despedidas. Solo de amar y crear.
Viviré mi presente, mi actual, mi ahora. No me atormentare por el mañana, ese será uno maravilloso. Seguiré sintiendo el viento recorrer mi cuerpo por los caminos de Castillo, compartiendo viajes de largas conversaciones con las torres de fondo, observando ovejas inundar los campos junto a los guanacos y ñandús. Y por mientras en el cielo vuela una pareja de cóndores vigilando los pasos.