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Juventud
Publicado el 07 mayo 2010 por IcíarEscritor: John Maxwell Coetzee
Segundo libro que me he leído de este apasionante escritor. Como el primero, «Infancia», es autobiográfico.
A sus 19 años Coetzee ya es un joven independiente, o al menos consigue apañárselas más o menos como puede. Sudáfrica se encuentra con manifestaciones cada vez más violentas, en el que «el gobierno defiende a los asesinos de la muchedumbre que protesta y la prensa no da la cara. La policía esperando una excusa para disparar» Son los años 60.
Se ve a sí mismo con un aspecto extraño, «que no es lo mismo que excéntrico que pudiera ser incluso distinguido». Pasa de sentirse feliz a no tan feliz de un día para otro, «¿qué es la verdad: la felicidad o la infelicidad o un punto medio entre una y otra?»
En este libro, él ya se siente escritor, artista, y busca la forma en que su arte pueda ser desplegado, no dejarlo morir, escribe sobre hasta qué punto es verdad lo que escribe de sí mismo. Todo el libro, es de una época de dudas, pero de lo que no duda es en proteger su vena creativa y tendrá que descubrir cómo.
Sus actos irán encaminados hacia esta protección. Evitará todo aquello que piense que pueda matarla. No intenta evitar escribir sobre lo que pudiera parecer innoble, y eso me gusta. De hecho ese asumir riesgos es uno de los rasgos que más me fascina de este escritor. Buscar la sinceridad, aunque no sea cierta, consciente de que es lo que es interpretado, todo esto de la mano del artista. Hay una frase que él dice que me encanta, y es:
«La poesía como el medio que lo transfigure de innoble a noble»
Sus puntos de vista sobre el sexo, la belleza y las personas son una delicatessen para el lector.
Hacía tiempo que no sentía ese magnetismo y curiosidad por un escritor, en el que el carácter del artista importa poco. Es el estilo. Es la valentía de afrontar lo que uno piensa que es, y que a pesar de eso puede no ser verdad.
En el libro compara su sensibilidad a la de Picasso por ejemplo, encuentra muchas diferencias. Se plantea si determinadas conductas hacia la vida, hacia las mujeres son fundamentales para que el artista pueda crear. ¿qué tipo de relaciones puede mantener el artista?
Hay textos maravillosos, como este de Sudáfrica: «si es que imagina que podrá salir adelante a la fuerza de miradas directas y tratos íntegros cuando el suelo que pisa está empapado de sangre y las vastas profundidades de la historia pasada resuenan con gritos de ira»
Ante el creciente malestar del país, Coetzee se va a Londres. Coetzee «huye de las furias políticas» No quiere participar en la revolución.
En Inglaterra pasará un período más bien gris, de dudas, de completa soledad, buscándose un lugar en el mundo, pero de momento se siente cercano al fracaso. Espera su destino, que no llega. Tiene que actuar, pero no confía mucho en su fuerza de voluntad «¿Cómo escribir cuando el cansancio es como una mano enguantada que te agarra el cerebro y te lo estruja?» Piensa no obstante, que «sin descender a las profundidades no se puede ser artista, pero ¿qué son exactamente las profundidades?» «Si ninguna mujer atisba en mí ese fuego sagrado ¿significa que no soy artista?» Duda de su condición de artista, busca señales, indicios y paralelismos con artistas conocidos. Y nosotros que ahora sabemos su final, podemos reírnos de este premio Nobel.
En esa búsqueda de su yo artístico, evita todo aquello que lo ate a una existencia esclava. Inventa una excusa para rechazar esa hipoteca que desde el trabajo le quieren dar para que se compre una casita, de esas todas iguales a las demás (¿a que nos suena?) y que le ate a ese trabajo y lugar durante al menos 10-15 años. «No quiere ser absorbido, sin dejar rastro, por la clase media británica», ya «lo único que haría falta para completar el cuadro serían el coche y la mujercita»
Dentro de esas referencias a los escritores que lee y que de alguna forma le forman, para que no se me olvide, voy a citar a uno: Beckett, que Coetzee lo define como «el desclasado. En Beckett no hay clases», concretamente habla de su novela Watt, que al empezar a leerla se da cuenta de que ha dado con algo: «no hay enfrentamiento, no hay conflicto, únicamente el flujo de una voz contando una historia, un flujo continuamente asaltado por dudas y escrúpulos, con el ritmo exactamente acompasado, con el ritmo de la mente» Cuando termina esta novela, empieza otra vez a leerla.
Para terminar dos citas, de la multitud que podría haber cogido, y una anécdota divertida:
Sobre el éxito y el fracaso, dice: «Hace falta obstinación. ¿qué más hace falta sino una especie de obstinación estúpida e insensata como amante y escritor unida a una buena disposición para fracasar una y otra vez?»
Sobre el marco político de estos años 60, un recuerdo: «Hay una guerra fría en marcha. EEUU y Rusia compiten por los corazones y las mentes de indios, iraquíes, nigerianos; las becas son parte de los incentivos que les ofrecen».
Una anécdota divertida: cuando llega a Londres, y percibe que «los ojos de las chicas resbalan sobre él», es decir, que no tiene mucho éxito que digamos. Él como señal masculina, se sienta en el tren y lee un libro de poemas, y en vista de que sus plumas desplegadas de pavo real no causan el efecto deseado, piensa «es que las chicas europeas al llegar a Inglaterra aprenden a no prestar atención a las señales masculinas»
Podría seguir y seguir rescatando párrafos y párrafos. Es que este libro: no tiene desperdicio.
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