Debe haber algo extrañamente sagrado en la sal: está en nuestras lágrimas y en el mar.
Del hablador he aprendido a callar; del intolerante, a ser indulgente, y del malévolo a tratar a los demás con amabilidad. Y por curioso que parezca, no siento ninguna gratitud hacia esos maestros.
La muerte se parece más a un profeta que no tiene honor en su propia tierra o un poeta que es un extraño entre los suyos.
Y no olvides que la tierra se deleita al sentir tus pies descalzos y los vientos anhelan jugar con tu cabello.
El silencio del envidioso está lleno de ruidos.
El ruiseñor se niega anidar en la jaula, para que la esclavitud no sea el destino de su cría.
Protegedme de la sabiduría que no llora, de la filosofía que no ríe y de la grandeza que no se inclina ante los niños.
Bueno es dar cuando nos piden; pero mejor es dar sin que nos pidan, como buenos entendedores.
La fe es un oasis en el corazón, que nunca será alcanzado por la caravana del pensamiento.
Y no penséis en dirigir los caminos del amor; es el amor quien si os encontrara dignos dirigirá vuestros caminos.
Cuando llegues al final de lo que debes saber, estarás al principio de lo que debes sentir.
Y en mi locura encontré la libertad y la seguridad que da el que no le entiendan a uno, pues quienes nos comprenden esclavizan algo de nosotros
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La belleza es la eternidad contemplándose a sí misma en el espejo.
La vida y la muerte son uno, así como el río y el mar son uno.
Todas nuestras palabras no son más que las migajas que caen de la fiesta de la mente.