Ayer tuve mi examen para el segundo kyu de karate y caí en la cuenta de que a lo tonto llevo casi 2 años practicando karate en Japón.
Eso no significa nada especial, simplemente que durante casi 2 años he decidido acudir unas cuantas veces por semana al dojo, donde, con suerte, cada día aprendo algo nuevo.
Caí en la cuenta de que karate me sirve para muchas cosas, la principal mantenerme en forma.
Por supuesto la dieta también ayuda, pero llevo cerca de un año en mi peso ideal (kilo arriba, kilo abajo). Eso me ayuda a tener un nivel de energía mas o menos estable a lo largo de la semana, lo que me ayuda a rendir en el trabajo y a disfrutar de mi tiempo libre.
Me sirve para mantener el cuerpo flexible. Me ha costado casi 2 años de estiramientos pero poco a poco recupero la flexibilidad que tenía a los 20 y pico años, y eso quieras que no se agradece.
No me daba cuenta de la factura que estaba pasando a mi cuerpo esto de estar sentado 8 horas a la semana escribiendo líneas de código delante de una pantalla.
También me sirve a modo de meditación.
Esto es, cuando entro en el dojo me suelo olvidar de todo. De Japón, del trabajo, de la vida de expatriado… Sólo me centro en respirar y en controlar los movimientos de mi cuerpo.
Tal vez por eso disfrute más de los katas que del combate en sí. Para mi un kata es una especie de meditación en movimiento. Una especie de “Yoga”, si lo quieres llamar así.
Me sirve para aprender aspectos de la cultura cotidiana japonesa que no vería de otra manera. “Pertenecer” a un grupo formar parte el UCHI, con todas las responsabilidades que conlleva, no deja de ser interesante.
A lo largo de estos casi 2 años, también me doy cuenta de lo diferente que es aprender karate aquí que hacerlo en España.
Hace unas semanas hice un viaje relámpago a Madrid y aproveché para visitar mi antiguo dojo. Me hizo mucha ilusión reencontrarme con mi antigua profesora y pisar la misma colchoneta donde aprendí hace varios años atrás.
No solo el estilo de karate que hago ahora es diferente, si no que se hacen énfasis en diferentes cosas.
Me sorprendió la cantidad de katas que se aprenden en España comparados con los que se aprende aquí. En estos casi 2 años he aprendido “solo” 6 katas. En concreto llevo practicando el mismo kata un año largo, mientras que cuando entrenaba en España, en 2 años recuerdo haber aprendido cerca de 12 o 13 katas.
No es extraño dedicar una clase (o varias) a repetir los mismos movimientos una y otra vez, y ser corregido progresivamente a medida que voy aprendiendo las bases. Siempre hay un “estira mas el brazo”, “gira mas la cadera”, “o te estás equivocando en la postura” a la vuelta de la esquina.
Ser corregido constantemente, si bien a veces mina la moral, me ayuda ser consciente de todos los pequeños detalles que sin duda pasaría por alto.
A veces me gustaría practicar cosas nuevas, pero a la vez me doy cuenta de que construir sobre una base inestable-imperfecta solo lleva al desastre. Creo que estoy aprendiendo a apreciar la importancia del “Kihon waza” (técnicas básicas) y a ejercitar la paciencia
Update:
Esto último sobre todo.