Así, de repente, sin esperalo, me encontré con Katia.
Una vez repuesta de mi sorpresa, me acerqué curiosa para ver de cerca aquel personaje que reclamaba mi atención al pasar por allí.
-Eres muy guapa. ( le dije bajito para no llamar la atención de los demás transeúntes)
Ella, me miró con sus preciosos ojos azules y tímidamente sonrió.
- Sabes, me acaban de poner de patitas en la calle. He pensado que quizá me quieras llevar contigo.
Uf, no se...
-No te voy a dar nada de lata...soy buena, alegre, cariñosa, divertida, generosa...
- Por favor, no te vayas...me decia con insistencia.
-No te preocupes, estoy aquí, te escucho.
-Mira, soy una muñeca muy frágil. No podré resistir el frío de la noche. Estoy acostumbrada a la buena vida, mi dueña siempre me ha tratado muy bien. He sido muy feliz a su lado, por eso tengo el corazón roto por la tristeza. No te arrepentiras...
- Aunque soy un poco grande, en cualquier rincón de tu casa me puedes tener. A cambio seremos amigas.
- Bueno, me has convencido, espero que mi gata Leticia te acepte, es muy epecial...
Aceptó encantada y sonreía feliz.
Tengo que ir urgente al supermercado, ahora mismo vuelvo y te llevo conmigo.
Me alejé presurosa para volver cuanto antes a por ella.
No habían pasado veinte minutos, cuando volví de nuevo al contenedor.
¡Oh, no estaba!
Pregunté una y otra vez pero nadie la había visto.
Una anciana que cruzaba la calle, se acercó, y como en secreta confidencia, me contó que Katia iba a ser muy feliz al lado de su nieta Maria, una niña muy alegre y necesitada de juguetes. La buena mujer había pasado por allí después de marcharme y se quedó prendada de Katia.
Katia, trató de esplicarle, pero en un plís plás, se la llevó en volandas por las calles casi a la fuerza.
Aquella mujer había sabido aprovechar mejor que yo el momento de hacer el bien. Y es que las cosas importantes pasan por la vida en un instante que hay que saber aprovechar.
Katia es feliz con su nueva dueña. Un buen baño, y ropa limpia, le han devuelto la dignidad perdida.