Revista Literatura

Kilómetro 0

Publicado el 18 abril 2011 por B
Esto no es Texas, pero casi. No creo que haya muchos más lugares que tengan estaciones de servicio con fuentes al aire libre en las que nadan peces radioactivos. A Texas le pega tenerlas. Aquí las hay. De la misma forma que no se puede apartar los ojos de la belleza, lo feo engancha incluso más. Hipnotiza. Los peces alargados y escurridizos acaparan la mirada de todo el mundo. Resultan especialmente desagradables cuando comen migas de pan que les tira algún niño. Me pregunto qué harán con los peces muertos. La última hora de viaje no permite pasar de tercera. Los conos naranjas de plástico están semienterrados en montones de arena, las señales están tapadas por lonas negras y las excavadores amarillas no rascan nada; parece que están dando besitos a la tierra. La hilera de coches no avanza, los postes eléctricos no tienen ni un pájaro y hay trozos de vallas tirados por el arcén. Sólo falta un centenar de presos sudados con mono naranja dándole a un pico y una pala.El paisaje es marrón marrón marrón. Marrón claro, marrón oscuro, marrón amarillento, marrón arena, marrón seco. Los molinos de viento están con las aspas caídas. 40 km, 30 km, 20 km, 10 km. Fin del trayecto, fin de la reproducción de Harvest; Neil Young se ha puesto de acuerdo conmigo. Se adivina polvo en el aire y la bofetada de calor pega con fuerza al abrir la puerta del coche. Welcome home, baby.

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