Revista Talentos

La alumna aventajada

Publicado el 16 junio 2015 por Aidadelpozo

En el mismo instante en que supo qué había sucedido, su mundo se derrumbó. Mil demonios y fantasmas se hundieron en su pecho angustiado. Lloró durante semanas por la mañana y amó durante semanas por la noche. De mano en mano, buscaba algo y al no saber qué era, buscaba incansable y nada hallaba. ¿Me busco, anhelo, deseo, quiero, necesito? ¿Qué debo encontrar que no tengo?

Había aprendido meses atrás de la tragedia, como disciplinada y aventajada alumna, amada hasta el delirio y en eternidad finita (como descubrió que era la eternidad, inexistente) a no juzgar y a no permitir ser juzgada.

Mas, sabedora del hechizo que suponen las ataduras del amor, se permitió tomarse a rajatabla y como norma, esa primera enseñanza con libertad plena, guardando en su pecho su secreto inconfesable. Amaba pues a su manera y su manera era, cuanto menos, singular. Así tomó el amor, a su albedrío: amando con locura y desamando al día siguiente, cuando él partía a su incierto destino y sabía que no se reunirían hasta semanas después. Pero, ¿volverían a verse? Nunca puede jurarse el regreso pero, en su caso, jurar hubiera sido un pecado pues su destino estaba encadenado a la muerte. Prometió el maestro que ella sabría si la parca lo hallaba despierto o dormido, luchando con sus fantasmas o pacificando a sus demonios. De un modo u otro, amor, lo sabrás, decía siempre antes de su partida.

Y en ese lapso de tiempo desde el adiós al reencuentro, entregó su cuerpo aquella alumna a otros amantes que prometían risas y entraban amargura. En el fondo, no mentí pues nunca amé, se dijo cuando ya no quedaron más lágrimas por derramar y solo el blanco cabía en su vida, tras entregar sus noches en vela y su llanto al gris perlado de su remordimiento. No jugando, uno no se quema. Jugué, amor, y perdí to do.

La muerte no sorprendió a su amante, lo hizo la ira, el dolor y el daño. No permito ser juzgado, no lo permitas jamás tú. Mintió pues juzgó duramente. No hubo preguntas, solo indiferencia.

Un día, seca ya de culpa, la piel de la alumna aventajada se blanqueó. No buscó más pues halló en medio del desierto, un oasis azul que se confundía con el cielo de primavera. La besaron otros labios, se hundió en ella otro deseo, sonrió. Descubrió que los fantasmas no se alquilan ni se ceden, que los demonios de dientes afilados, no se donan a quien se ama. Descubrió que la amistad, cercana al amor en muchos aspectos pero más generosa si cabe, se viste de sonrisas y no de miedos o culpas. No era amor lo que juraron a aquella alumna aplicada, ni eternidad, ni futuro. Pues el amor es generoso y no juzga, la eternidad es una utopía que de nada sirve pues en lo finito de la vida esta su verdadera plenitud y el futuro es una falacia que impide disfrutar de la existencia cuya misma esencia es el hoy.

Ese día, cuando probó el amargor de un nuevo amante amigo y se entregó a los besos de quien nada quiere, nada promete y nada da más que presente, la alumna se perdonó y perdonó a su maestro.

Y un halo azul celeste cubrió su cuerpo, un halo que solo ella veía pero que quien bien la conocía, descubría en su risa, en sus ojos, en sus palabras y en su cuerpo que gritaba. Siempre grité, se dijo, mas nunca tan fuerte y tan plenamente consciente de mi deseo de libertad, de mis ganas de lucha, de mi necesidad de presente. Siempre grité, pero me acallaron quienes nunca quisieron verme más allá de mi fachada. Siempre grité, maestro, pero ni siquiera tú me oíste.

Sonrió, miró su cuerpo azul, tocó su pelo también azul, sus ojos azules observaron a la luna aullar. Y voló libre y azul, confundiéndose con el cielo y partiendo a un lugar llamado PRESENTE.


Volver a la Portada de Logo Paperblog

Sobre el autor


Aidadelpozo 1449 veces
compartido
ver su blog

El autor no ha compartido todavía su cuenta El autor no ha compartido todavía su cuenta

Dossier Paperblog

Revista