Revista Literatura

La amistad

Publicado el 08 septiembre 2010 por House

La amistad es un sentimiento que está por encima de ideologías y credos, más allá de las montañas y de la inmensidad del mar. Es una de las mayores dádivas que nos ha regalo la vida, y que reiteradamente, la estupidez y la fragilidad del ser humano acaban con ella. Así la concibo, y así procuro llevarla a término, a pesar de mis limitaciones y mis debilidades.
A pesar de las inclemencias sociales y culturales, el ser humano no es un ser vacío ni hueco en su interior. Al contrario, está configurado por diversos sentimientos que, utilizados en su justa medida, confieren la grandiosidad que tiene. Esto le lleva a mimar sus amistades, a cultivarlas y cuidarlas. A regalas diariamente, como solemos hacer con cualquier planta.
Estamos muy acostumbrados a utilizar muy banalmente la palabra ‘amigo’ (del latin. amiicus); es una palabra sagrada que utilizamos muy aleatoriamente. Desde mi punto de vista, un amigo es una persona que siente y vive tu vida con la misma intensidad con la que tú mismo la vives. Ello le confiere un alto grado de confianza, complicidad y lo más grande de todo, de empatía, sin la cual no existe la verdadera amistad.
Desde este prisma, en el verdadero amigo volcamos de manera generosa y gratuita volcamos nuestros problemas y dificultades, nuestras inquietudes, nuestras alegrías, pero también nuestros fracasos. El verdadero amigo es incondicional, -o al menos debe serlo- a nuestra propia existencia, independientemente de nuestra personalidad. El amigo jamás defrauda y permanece a nuestro lado de forma permanente e incondicional. Ortega y Gasset afirmaba que el hombre nunca puede vivir aislado, en soledad porque el hombre que vive aislado, jamás podrá ser hombre. Para que el ser humano se desarrolle y crezca de un punto de vista espiritual y humano, es básico que mantenga una estrecha comunicación con el mundo que le rodea, mantener una relación interpersonal con el mundo exterior. Y esta función tiene su primer germen en la verdadera amistad, que debe asentarse sobre estos pilares.
El verdadero amigo está a nuestro lado, por encima de relaciones familiares, sociales o profesionales. La verdadera amistad sobrevive a las tempestades sociales y a los vaivenes culturales. El amigo antepone la amistad a cualquier otra situación porque para él, la amistad es un don sagrado que, como decía antes, debemos cuidar y mimar diariamente.
Así, bajo estos cánones, entiendo el verdadero sentido de la amistad, y entiendo también que para que ésta perdure en nuestra particular historia personal, debemos proyectarla y exteriorizarla hacía quiénes de una manera u otra sienten y viven bajo los mismos parámetros que yo entiendo y vivo la amistad.
Esta mañana una persona me decía que se sentía triste porque en los últimos meses había ido perdiendo a todos sus amigos, había perdido aquello que realmente le importaba en esta vida. Considero que realmente esta persona se equivoca. No ha perdido a nadie. No ha perdido ningún amigo. El problema ha sido inverso. Han sido sus amigos los que la han perdido a ella porque se alejaron de manera pueril, estúpida, y cretina. Eran amistades interesadas. Quien conoce en profundidad a esta persona se siente atraída por ella, por su forma de ser y de actuar, por su manera de entender la vida y, sobre todo, por su continúa generosidad hacía los demás. Por tanto, si esta persona actúa hoy igual que ayer, e igual que hace tres meses, igual que hace cinco años, e igual que dentro de seis años, ¿quién no está actuando como es debido? ¿Quién ha perdido a quién? Qué cada uno extraiga sus propias conclusiones.
El problema es otro. La cuestión pasa por la existencia de demasiadas  amistades que nos parecen que son auténticas, reales y sinceras, y son light; o sea, amistades infelices, egoístas, hedonistas y muy vulnerables. Y así nos va…  Lo que sucede es que muchas veces, el hombre da y se entrega incondicionalmente, como le sucedió a esta persona. Y el tiempo se encarga de indicarle que se equivocó. Muchas veces creemos que estamos forjando grandes y perpetuas amistades, pero, sin embargo, hemos creado grandes vínculos sociales, vacíos de contenido y de sentimientos. El hombre puede –y debe equivocarse-, pero una cosa es equivocarse y otra cometer una injusticia. Pero las injusticias sólo las cometen los hombres light. En este sentido, el psiquiatra Enrique Rojas define perfectamente al hombre light. Se trata de un ser hedonista y materialista cuya única meta en la vida consiste en alcanzar el éxito. Como podemos imaginar, estas personas diseñarán sus amistades a su libre albedrío, por un manifiesto interés particular, importándole un comino (seré educado) los sentimientos ajenos. Eso no es amistad. No lo es. Y tampoco me vale decir que ‘soy muy egoísta porque a todas las personas que han pasado por mi vida, me las he quedado’. En una ocasión se lo escuché a una persona, y creí que era verdad. Pero he comprobado que eso es falso. A las pruebas me remito. ¿Acaso no es cierto?

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