Revista Literatura

La amoral neutralidad

Publicado el 03 junio 2011 por Marga @MdCala

Decía un político y patriota húngaro llamado Lajos Kossuth que la neutralidad, como principio inmutable, es una prueba de debilidad.

Me acuerdo mucho de esta frase en estos días de observación de la conducta humana y pienso que no sólo es prueba de debilidad, sino también de cobardía. Ser neutral está muy bien y te mantiene a salvo (sólo cuestionado por la ética o la moral) cuando es a otro a quien atacan… pero… ¿y cuando el agravio vaya dirigido a ti? ¿Verías bien que los tuyos enarbolaran la bandera de la amoral neutralidad?

La amoral neutralidad

Ofreciendo discursos moralistas somos -casi- todos muy buenos y nos ponemos todos muy dignos: es a la hora de enfrentarse con un problema -te afecte a ti o a los que te importan- cuando damos la auténtica medida de lo que somos. Ahí es donde nos retratamos tal cual nos parieron…

Yo no sirvo para ser neutral. Intento -muchas veces sin éxito- mantenerme en la diplomática línea dibujada justo antes de la provocación. Lucho por no quedarme corta ni tampoco excesiva en mis opiniones. Esto es harto difícil, porque cuando te significas ya no hay marcha atrás. Entonces es el momento de la retirada de las caretas y de mostrar nuestro auténtico Yo: ese ego genético que el disfraz de la hipócrita amabilidad deja al desnudo.

Me encuentro en un momento de indecisión. De cruce de caminos plagados de señales contrarias. La lógica me dicta un camino y el corazón otro… y como de costumbre, el tiempo me señalará la senda correcta aunque no sea la más apetecida.

Para terminar, dejo estos versos tan oportunos del reverendo Martin Niemöller, y que cada cual sustituya a los judios por el grupo, equipo, personas o ideas que prefiera. Existen días en los que el tan socorrido “no hacer caso” no sirve: has de “mojarte”,  si es que pretendes seguir mirándote al espejo sin sentir vergüenza…

Primero fueron a por los judíos, y yo no hablé porque no era judío. Después fueron a por los comunistas, y yo no hablé porque no era comunista. Después fueron a por los católicos, y yo no hablé porque era protestante. Después fueron a por mí,

y para entonces ya no quedaba nadie que hablara por mí.

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