La anacrocidad del momento.
Vivimos en un total estado de sitio en lo que progreso se refiere. Unas tácticas ejecutadas en el peor de los escenarios, con las notables fuerzas del egoísmo personal y de que nuestra verdad prevalezca sobre el mortal que nos escucha. España es en estos momentos un pasaje de la historia, donde los fueros de Castilla instaurados por Alfonso X se han ido calcinando en olvidos y despilfarros de dejadez.Nuestros señores políticos no se bajan de la exhausta burra. No para cabalgar sobre raídos lomos, sino más bien para entrar en un virtual Belén recibidos por las turbas sin rostro que aplauden mientras se desgañitan las gargantas con vítores mudos.
Anacrocidad recurrente.
Un cetro enmohecido a juego con la corona, cría telarañas de no estar a la altura de las circunstancias. Donde el cetro tendría que golpear el suelo con fuerza y sonido sordo lanzando astillas de mármol y chispas ardientes, la delicadeza y el paño hacen oídos sordos de tan famélica situación. El pueblo no se amotina en la calle, se tapa en la siesta mientras el causante, los causantes, vendes fundas nórdicas y cómodos cojines. Desmantelado el tejido industrial, dependientes de energía, hemos cambiado el progreso y el futuro, por la sensación insaciable del recaudador, del multador, del prestidigitador de impuestos.
¿Quiénes somos?
Y sí es cierto, la sangre que una vez tuvimos de Rodrigo Díaz de Vivar, la dimos en la transfusión de un recreo, de un cándido intercambio de cromos en el patio de la democracia. Permitirlo es sencillo, mira a otro lado, pero para recuperarlo te tienes que preguntar ¿Qué estás dispuesto a perder? Si lo más sagrado era el honor y tu palabra y eso ya no cotiza en bolsa ¿qué es lo que más temes? Yo te lo diré, que te roben… pero eso amigo/a mío/a lo hacen desde que abres el ojo hasta que te acuestas.
Por lo tanto no gastes tiempo en lamentos. Si no coges la tizona de tu razón, sigue defendiéndote o como ellos lo llaman, defraudando al señor feudal con su sinsentido. Si bien antes podías defender tu honor, ahora debes escamotear tanto como puedas la bolsa. La opresión trae como respuesta el escapismo, solo cabe cerrar las puertas de este laberinto y cuando estemos por fin un día ante la espada y la pared, recuperemos el gen dormido y arrematamos de una vez por toda a por el portador de la espada.