La apasionante historia de Velén Hestevan

Publicado el 21 abril 2011 por Anaesther
Queridos todos,
Visto que nuestra querida querida querida (reverencia, pero que no se os caiga el chicle) Princesa del Pueblo está perdiendo protagonismo en las televisiones (¡no!), y como España sin bazofia pierde ese toque de asquerosismo -¿había mostrado mi afición por el neologismo barato?- y para inaugurar esta nueva apariencia del blog, qué mejor manera de recabar cierto glamour que contando la verdadera historia sobre la ascensión a los cielos infernales de Belén Esteban. Para ello, y como buen proyecto de periodista, me he documentado arduamente a partir de fuentes tan prestigiosas como Frikipedia o El rincón del vago. Esto tan solo conforma la primera entrega del recopilatorio "Vidas que deberían ser anónimas. Historia de una censura kilométrica", un proyecto muy ambicioso por el cual espero llegar a platós tan ilustres como Enemigos Íntimos o a la mansión de Ortega Cano en Chirona... digo Chipiona. Así que, como tiendo a irme mucho por los ramajes y, sin más dilación, os dejo deleitaros con esta poesía para la vista como es la biografía express de este especimen hinflado en colágeno y rubio platino. Nota mental y no mental: No me hago responsable de futuras reclamaciones por parte de la SGAE, Espinete, o Leire Pajín.
Érase una vez una jovencita muy dulce y cariñosa que vivía en el barrio de San Blas. Si este suburbio hubiese tenido mar, Maná le habría dedicado una canción a su muelle. Pero no cayó esa breva. Y la muchacha montó en cólera. Pasó de la cara de Fher, su enamorado y vocalista del grupo, al ver que no la amaba por sus aires de niña de azul. Y se enamoró del bolsillo de oro de un famoso (y patético) torero de la época. Este, en su defecto, dedicó a su amada una canción de amor en la que demostró su avaricia proclamando que la quería toa toa toa para él. La joven, al comprobar tal actitud de su enamorado y que éste necesitaba un logopeda, le abandonó, después de haber tenido una hija con el butanero que les cambiaba las bombillas del jardín.
A su nena le llamó Adolfo, pero al percatarse que ese nombre era de varón y que su hija abofeteaba a cualquiera que gritase su nombre, y tras varias vicisitudes, terminó por llamarla Andrea, aunque siempre le quedará la espinita clavada de llamar a su peque Jessy, Jenny, o Yoli. La madre, inocente jovencita en su época, pasó de dicha bondad, al temperamento propio de un imberbe prostituto de la época, que se vanagloriaba por lo bueno que estaba, llamado posteriormente, Tito Mc. Obligaba a la pequeña Andrea a comer pollo sin piedad, y adquirió la diversión y el hábito de sacar la silla a la plaza y cotorrear con un par de cuatro orcoamigas que decían ser amantes de su ex marido. Era imposible entender su idioma de parloteo, sus estudios nulos y su falta de cordura hacían que tuvieran que tomar determinadas sustancias nocivas para mantenerse cuerdas. Un buen día, cuando ambas trío de cuatro se hallaba en tan cruenta lucha verbal, un hombre con gafas, el Intocable (chan chan) de Telecinco, un canal de moda en la época porque no había otro -TVE no cuenta porque lo digo yo- y de risas aseguradas ante tan deplorable espectáculo de circo, de lo que solo se salvaba Humor Amarillo en parte, apareció con sus aires de Yorch Cluni mezclados con la simpatía de Pepe Navarro, y les tendió el contrato, a lo cual ellas respondieron en su idioma particular mascando chicle a dos carrillos y hocico abierto.
Y este es el origen de Belén Esteban en la televisión, donde no deja de referirse a su hija con el butanero, que ya se casó y tuvo familia numerosa, y como está tan mal el negocio, tuvo que dedicarse a nada, se separó de su mujer y se cambió el nombre por el de Fran. Hasta la actualidad, donde se ha casado y descasado varias veces con su choniesposa, que ha llegado tan alto con sus aires de dama de las cavernas, que es más importante que el mismísimo Intocable (Chan chan). ¡Como B. Esteban muera por sobredosis de " insulina" , se acabó el negocio, periolistos! Que el omnipotente nos pille confesaos. Amén.
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Era un domingo en la tarde y fui a los coches de choqueee tiruriruriruriruriruriiiii.