Les contaba yo, el otro día, lo que me había ocurrido cuando llevé a mi mujer a sendos hospitales, porque la pobre tiente aún peor salud que yo, y cómo me habían dicho dos personas educadísimas que nosotros debíamos de hacer como los testigos de Jehová, que dejan que los suyos se mueran, porque se niegan a que les hagan transfusiones de sangre, nosotros nos deberíamos negar a todo, incluso a comer, lo que me llevó de la mano a algo que me hará famoso, sin duda, a formular la aporía del comunista, que es un tipo que lucha duramente toda su vida para que todo el mundo tenga algo para comer, todo el mundo, claro, menos él, porque él sólo tiene derecho a morirse. Pero ahora, que repaso esto que he escrito, compruebo que me he quedado corto, muy corto, los comunistas no sólo no tenemos derecho a vivir sino tan siquiera a respirar porque el aire es algo que también necesitan los otrosPero entonces ¿a qué tenemos derecho nosotros?Aunque estoy seguro de que ustedes lo van a negar enseguida, nosotros no tenemos siquiera derecho a votar, 1º, porque no tenemos siquiera, en casi todas las naciones del mundo, derecho de existencia, y, porque, en el caso de aquéllas en las que se nos admite, al menos nominalmente tal derecho, las dificultades que se nos imponen son de tal naturaleza que resulta realmente imposible hacerlo.Tomemos, por ejemplo, a España. Teóricamente, aquí sí que podemos votar y elegir a nuestros representantes pero, mientras a un señor terrateniente de Soria, por poner un ejemplo, sólo se le exigen 40 o 50 mil votos para ser diputado, a mí, también por ejemplo, se me exigen 500 mil para la misma función.500 mil personas, no creo que haya, en todo el mundo, tanta gente que admita el derecho de existencia a los comunistas, de modo que mal pueden votarle para ser diputado.Pero, como les contaba, a mí lo que realmente me molesta no es que no me vote la gente cuando me presento a diputado, que no lo he hecho nunca en toda mi puñetera vida, lo que me irrita un poco es que la gente proteste porque lleve a mi mujer, gravemente enferma, a un determinado hospital, porque me dicen, poco más o menos, que, allí, unos tipos como nosotros, que pensamos realmente que todos somos iguales estamos, sin duda, estorbando, y estorbar es algo que prohíbe la buena educación, de modo que donde nosotros deberíamos estar, cuando nos ponemos enfermos, es debajo de un puente que no esté demasiado transitado.Pero mucho me temo que, a lo peor, tampoco nos dejaban estar allí, los que suelen refugiarse por esos sitios. Porque ya me parece que les he contado alguna vez, por ejemplo, que mi santa madre creía que los comunistas éramos algo mucho peor que los demonios, porque unos comunistas, me contaba ella, habían atado gruesas cuerdas de cáñamo al cuello de los santos de su iglesia y los habían estrellado contra el suelo de tal modo que, luego, costó mucho dinero reponer las imágenes.Y si hasta mi santa madre reniega de mí, ¿adonde puedo ir?Creo que ya lo dicho antes, a ningún sitio, porque no se nos admitirá de buen grado ni debajo de los puentes, porque hasta en estos sitios parece que también hay clases.De modo que ésta es, si me lo permiten, la que yo me atrevo a llamar la aporía del comunista, un tipo que no tiene siquiera derecho a vivir, de tal modo que ni siquiera se merece el aire que respira.
La aporía del comunista
Publicado el 08 noviembre 2010 por RomanasLes contaba yo, el otro día, lo que me había ocurrido cuando llevé a mi mujer a sendos hospitales, porque la pobre tiente aún peor salud que yo, y cómo me habían dicho dos personas educadísimas que nosotros debíamos de hacer como los testigos de Jehová, que dejan que los suyos se mueran, porque se niegan a que les hagan transfusiones de sangre, nosotros nos deberíamos negar a todo, incluso a comer, lo que me llevó de la mano a algo que me hará famoso, sin duda, a formular la aporía del comunista, que es un tipo que lucha duramente toda su vida para que todo el mundo tenga algo para comer, todo el mundo, claro, menos él, porque él sólo tiene derecho a morirse. Pero ahora, que repaso esto que he escrito, compruebo que me he quedado corto, muy corto, los comunistas no sólo no tenemos derecho a vivir sino tan siquiera a respirar porque el aire es algo que también necesitan los otrosPero entonces ¿a qué tenemos derecho nosotros?Aunque estoy seguro de que ustedes lo van a negar enseguida, nosotros no tenemos siquiera derecho a votar, 1º, porque no tenemos siquiera, en casi todas las naciones del mundo, derecho de existencia, y, porque, en el caso de aquéllas en las que se nos admite, al menos nominalmente tal derecho, las dificultades que se nos imponen son de tal naturaleza que resulta realmente imposible hacerlo.Tomemos, por ejemplo, a España. Teóricamente, aquí sí que podemos votar y elegir a nuestros representantes pero, mientras a un señor terrateniente de Soria, por poner un ejemplo, sólo se le exigen 40 o 50 mil votos para ser diputado, a mí, también por ejemplo, se me exigen 500 mil para la misma función.500 mil personas, no creo que haya, en todo el mundo, tanta gente que admita el derecho de existencia a los comunistas, de modo que mal pueden votarle para ser diputado.Pero, como les contaba, a mí lo que realmente me molesta no es que no me vote la gente cuando me presento a diputado, que no lo he hecho nunca en toda mi puñetera vida, lo que me irrita un poco es que la gente proteste porque lleve a mi mujer, gravemente enferma, a un determinado hospital, porque me dicen, poco más o menos, que, allí, unos tipos como nosotros, que pensamos realmente que todos somos iguales estamos, sin duda, estorbando, y estorbar es algo que prohíbe la buena educación, de modo que donde nosotros deberíamos estar, cuando nos ponemos enfermos, es debajo de un puente que no esté demasiado transitado.Pero mucho me temo que, a lo peor, tampoco nos dejaban estar allí, los que suelen refugiarse por esos sitios. Porque ya me parece que les he contado alguna vez, por ejemplo, que mi santa madre creía que los comunistas éramos algo mucho peor que los demonios, porque unos comunistas, me contaba ella, habían atado gruesas cuerdas de cáñamo al cuello de los santos de su iglesia y los habían estrellado contra el suelo de tal modo que, luego, costó mucho dinero reponer las imágenes.Y si hasta mi santa madre reniega de mí, ¿adonde puedo ir?Creo que ya lo dicho antes, a ningún sitio, porque no se nos admitirá de buen grado ni debajo de los puentes, porque hasta en estos sitios parece que también hay clases.De modo que ésta es, si me lo permiten, la que yo me atrevo a llamar la aporía del comunista, un tipo que no tiene siquiera derecho a vivir, de tal modo que ni siquiera se merece el aire que respira.