Revista Diario

La aprendiz en su camino hacia la iluminación (2ª Parte)

Publicado el 22 enero 2011 por Maricari

Intuía que más adelante se encontraban los aposentos de Sir William Fitzwilliam, hijo de Sir William Fitzwilliam, y heredero en este año de gracia, de su abuelo, de todo el Señorío de Emley y Sprotbrough; y de los distintos, pero comunicadas estancias de su esposa, Isabel Deincourt, y de sus dos hijos John y Thomas, a los que en este momento estaba oyendo gritar como niños pobres.

La aprendiz en su camino hacia la iluminación (2ª Parte)

Villuercas

¡Qué bien olía por aquellos lares! Reconoció el aroma a lavanda y a romero,  y se acordó de que hacía una semana ella estaba recogiéndolos en las Sierras de las Villuercas, a trancas y barrancas, por el desfiladero del río Ruecas.

La aprendiz en su camino hacia la iluminación (2ª Parte)

Villuercas


La aprendiz en su camino hacia la iluminación (2ª Parte)

Villuercas nevadas


Oyó un carraspeo tras ella y al girarse, vio a un lacayo que amablemente le indicaba con una mano enguantada, que pasase por la puerta que mantenía abierta. Entró por ella a una sala con mucha luz, casi podría decirse, que allí dentro, tenían encerrado al Sol. Miró hacia el gran ventanal por el cual entraba el astro quedando atrapado en un gran espejo, para luego, ser lanzado su reflejo hacia una mesa, en la que, ahora, veía dos blancas manos moverse muy deprisa, como si jugasen con los hilos de unas marionetas imaginarias pues no las veía. Y junto a ellas, algo encorvado, un gran paño negro y arrugado. ¡Padre! Dijo ella con voz algo entrecortada. De entre el paño surgió una cara cubierta con una barba larga y espesa y, cubriéndolo todo, una gran mata de pelo, todo negro, excepto dos ojos vivarachos. En décimas de segundo comprendió que ese hombre trabajaba tanto, que no le importaba su aspecto, no tenía necesidad de trasquilarse, y ella, no le arrendó las ganancias. 

Una de las manos le hizo señas, acompañada del movimiento de los ojillos que la indicaban que se acercara a él. ¡Buenos días Padre! Volvió a repetir ella ahora un poco más segura de su latín.

El trozo de paño y pelos le devolvió los buenos días entre dientes y le extendió la mano… Esperaba el salvoconducto que ella tenía guardado. Se lo entregó y lo leyó levantando lo que parecía una ceja de largo pelo, como la de los jabalíes que ella había visto muertos en el mercado. Se oyó ahora en la sala la voz clara y alta del paño negro… ¡No comprendo! Dijo retorciéndose sobre la mesa. ¡Yo he pedido un aprendiz! ¡Un aprendiz al Padre Pedro de Guadalupe, no a una mujer sin muelas! Ella estuvo a punto de espatarrar la boca como había visto hacer a los tratantes de ganados en la feria, abrir la quijada de las mulas para que vieran la edad, ¡a ella no le faltaba ninguna!, pero se contuvo.  Siguió la recomendación que la había dado el Padre Pedro, su protector en el Santuario desde la infancia. Hija, cuando oigas que te hablan en latín, tú templanza, templanza. Sí padre pero en el viaje  y ¿si me hablan en inglés?  ¡Depende hija, depende, si es en inglés bajo de tono, sonríes y, si es en inglés alto, te agachas! Es una regla sencilla que ya verás cómo te ayudará en las tierras que vas a visitar.  No conoció a su padre natural, pero lo cierto es que desde pequeña el Padre Pedro siempre había cuidado de su madre y de ella. Aunque con su madre siempre discutía, pero con ella, era otra cosa, se comportaba de otra forma. La había enseñado a amar las pieles, las pinturas, los colores y el dorado, la había enseñado todo lo que sabía, y a orar también.Padre, dijo con la cabeza baja, haré mi trabajo con humildad y diligencia como hacía con el Padre Pedro. El saco de paño soltó una risotada; sin duda había empleado alguna palabra en latín que no sería la apropiada. Pero ¿Cuál? Era tonto hacerse esa pregunta, pues si la había dicho, no la iba a encontrar, a menos que el paño negro se la indicara y que ella la entendiera, claro. Y ahora, que él se había levantado, y rodeado la mesa, dirigiéndose hacia ella, le dio miedo, parecía un ogro peludo.A ver, criatura de Dios, ¿qué sabes hacer? Le dijo mientras la devolvía el salvoconducto.

La aprendiz en su camino hacia la iluminación (2ª Parte)

Salterio
Libro de Salmos

Pues verá padre… en este último año he ayudado al Padre Pedro a iluminar un Salterio y un Breviario para su majestad Alfonso XI de Castillaal que llamamos el Justiciero.

La aprendiz en su camino hacia la iluminación (2ª Parte)

Alfonso XI de Catilla (1312-1350)


Respuesta equivocada se dijo… pues el ogro tenía los ojos espatarrados y la boca abierta. ¡Ahora era seguro que la iba a devorar! Pero no fue así, se giró hacia la esquina septentrional e hizo un gesto con la cabeza. Entonces ella, notó la figura de un hombre, vestido también con el paño negro, pero este debía picar y rascar como una exhalación, pues le vio muy colorado, como si saliera del infierno.La figura, de un brinco, estaba al lado del Padre, mientras éste le decía. Padre Anthony, ayude a… ¿Su nombre cuál es? Porque en el salvoconducto sólo pone Portadora. Sí, verá Padre, era mejor así, viajar de incógnito, de mujer, era mejor viajar de mujer que viajar de monja. Esto fue lo que le recomendaron por misiva al Padre Pedro desde la Corte española y, por eso no incluyeron en el salvoconducto el nombre, Sor Caridad,  Sor Charity añadió, había aprendido su nombre de monja en inglés. ¿Sor Charity?  ¡Una monja! ¡Válgame el cielo! Gritó el Padre Anthony. ¡Ea! Pues acompañe a Sor Charity a su aposento y en la medida que sea posible, consígala un hábito ¡Por Dios bendito!

La aprendiz en su camino hacia la iluminación (2ª Parte)

Santo Domingo

Gracias Padre y le besó la mano, sin atreverse a mirarle. Ahora, al poner sus ojos y sus labios sobre las blancas manos del Padre, pensó que esas manos las hubiese besado toda su vida, no  había visto ningún trabajo que de ellas hubiese salido, pero lo que la habían contando eran como pequeños milagros. Eran unas manos santas, unas manos celestiales y… la iban a guiar en su destino, había comenzado su camino a la iluminación.Pero no había empezado muy bien… El Padre Anthony no la esperaba, con grandes zancadas iba por unos pasillos y por otros… y qué pasillos, ¡Dios bendito! Jamás había visto unos cuadros y tapices tan bellos. Le gritó a su acompañante para que echase la galga un momento, porque a ese paso no iba a retener en sus ojos tanta belleza. Él un tanto malhumorado por haber sido rebajado de aprendiz de santo iluminador a guía de monjas, le soltó dos frescas, a las que ella, le habría añadido 2 Padres nuestros y 3 Ave Marías para ir entrando en boca, y quizás, de postre una Salve. Pero recordó que ella estaba un escalafón por debajo, y que tenía suerte de estar allí. No iba a empezar con mal pie, pero los pies la ardían en la carrera meteórica detrás del paño negro de Perpiñán. Llegó resoplando  hasta una habitación que olía a jabón y a cal viva, estaba en la lavandería del castillo, aquello no era tan esplendoroso. Lo sabía muy bien, porque cuando pequeña había trabajado en la del Santuario, hasta que el Padre Pedro la sorprendiera dibujando, con los chorros de agua sobre la ropa, bellos motivos florales. Recordó que le dijo… Niña ¿te gustaría hacer esas flores en arena del mar? En aquellos días soñaba con ver el mar, había oído tantas historias sobre el mar a los viejos moros que conocía, que en sueños se imaginaba que era como el río Guadalupe, río de lobos, de agua fuerte, de fuerte agua que viene y que va le había dicho uno en la fuente, y ahora se le había atragantado el mar en 3 días. Y resultó que no era arena distinta a la que su madre tenía en los tiestos con los tomates. ¡Qué desilusión de arena, de mar y todo! ¡Así se lo dijo al Padre Pedro! ¡Esta arena está en el huerto! Él se rió y poniendo la mano sobre su cabeza le enseñó un cajón pequeño que tenía una tierra más fina, como molida. Ves niña, aquí, aquí dibujarás esas flores que hacías, toma esta caña con punta fina, se llama cáñamo. Y tú la vas a usar sobre la arena, pero si te gusta, te dejaré que la untes en tinta negra. Ella gritó ¿Y roja Padre? ¿Y verde?¡De todos los colores, te enseñaré a fabricar los bellos tonos y es más… te enseñaré a usar el pan de oro!¿Pan de oro? Oro. Sí. Ahí prendió la llama de la iluminación. Durante años estuvo trabajando motivos en arena, luego pasó a pieles de mala calidad y, cuando tenía ya arraigada la costumbre, trabajó con pieles buenas. Un día, el Padre Pedro, muy cabizbajo, le dijo que no podría estar más allí, en el taller, porque su majestad iba a visitarles y hacerles un digno encargo.Fueron días tristes, desconsolados para ella, no se resistía a perder la técnica aprendida y, además,  ya no había otra salida, y tomó los hábitos.  Llegó el monarca con la máxima autoridad eclesiástica y acordaron, por ruego clamatorio del Padre Pedro, que el papa francés Clemente V extendiera una bula al Santuario, para poder obrar en él monjas en oficios, fuera del hospital de pobres y de la lavandería. 

La aprendiz en su camino hacia la iluminación (2ª Parte)

Real Monasterio de Guadalupe en las Villuercas, Extremadura

¡Cómo agradeció ella ser monja y quedarse en el Santuario! Ella que había oído hablar tanto y tan bien al Padre Pedro de la composición y colores de la "Flos Historiarum Terre Orientis", en su castellano "La flor de las historias de Oriente" del monje armenio Hayton, que tanto le gustó recibir de sus propias manos al papa francés. Lo que ella daría por encontrar una copia y recopiarlo.

La aprendiz en su camino hacia la iluminación (2ª Parte)

La flor de las historias de Oriente de Hayton

Alguien le lanzó bruscamente un hábito de monja, negro y blanco, contra su pecho, tuvo que sujetarlo rápido, porque por poco si cae encima de un barreño oscuro, y volvió a la realidad de golpe y porrazo. ¡Era el Padre Anthony chamuscado! Ya había ganado un enemigo, le siguió en silencio y atravesaron un patio, olía a jazmín, nada que ver con el olor a cal y vinagre de hacía un momento. Pero la cara vinagre la seguía teniendo delante. Señalando con un dedo acusador, el Padre Anthony le mostraba una habitación pequeña, con un ventanuco alto, por el que entraba la luz. Al tiempo, le anunciaba que la comida del medio día estaba al caer, y que lo haría con las lavanderas… Que estuviese al tanto, después la llamaría el Padre Macclesfield para comenzar con la instrucción.

Acababa de escuchar dos palabras que la dejaban atónita, sin saber cuál la paralizaba más, si era la instrucción, a la que iba a ser sometida, o a quién le iba a dar esa instrucción, nada más ni nada menos que Macclesfield. Esta palabra sí la conocía en inglés… Macclesfield. Se tiró sobre la cama y siguió con su delirio de pan de oro. 

La aprendiz en su camino hacia la iluminación (2ª Parte)

Monje iluminador trabajando

  
Llamaron a su puerta suavemente, se levantó rápida y al abrirla vio a una niña, de no más de 8 años, la cual le habló en inglés, mientras la pedía que la siguiera con la mano. Sor Charity le hizo el gesto de que esperase un momento, apenas un suspiro, el tiempo en que tardó en quitarse el jato y ponerse el hábito, para ella, tan entrenada, fue pan comido y no pan de oro precisamente, porque aquel hábito también era de mal paño y picaba.

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Monja dominica


P.D.: "Continuará..."
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