Revista Literatura
La aventura de leer
Publicado el 23 abril 2010 por CarminaLa ropa se le pegó al cuerpo, en milésimas de segundo la temperatura había subido de forma alarmante, el calor le producía una angustia a la que no estaba acostumbrado, se paso la mano por los ojos y al abrirlos de nuevo un estallido de colores vivos y cálidos hirieron sus pupilas, empezaba a pensar que no llevaba la ropa adecuada para aquel lugar. Observó a los nativos sus ropas eran ligeras, alegres, casi envidiaba ese tono de piel tostado que evitaba las quemaduras solares, sentía hervir sus mejillas que en pocos minutos adherirían un bonito tono vermellón.
Con deleitación se fijo en el paisaje, aquel mercadillo le fascinó, unos aromas completamente nuevos le invadieron la pituitaria, y se sintió el hombre más feliz del mundo, se encontraba en la India de aquello no le cabía ninguna duda. Constató que no era el único occidental en aquel zoco y deseó ardientemente ver los majestuosos palacios que describían aquellas novelas históricas a las que era aficionado. Caminó sin rumbo a pesar que el sol que caía a plomo sobre su cabeza aconsejaba descansar a la sombra.
No sabía cuanto tiempo llevaba vagando por aquellos polvorientos caminos, sin más compañía que los arboles y algún elefante que pesadamente seguía su camino sin reparar en el, cuando un destello le llamó la atención. Al tratar de descubrir su procedencia descubrió el marmóreo palacio del marajá. Al alcance de su mirada aquellas cúpulas le parecieron un sueño.... se puede soñar despierto?.
Sin saber como se vio rodeado de unos jardines de gran belleza, con miles de especies de plantas que le proporcionaban una sombra que agradecía su maltrecho cuerpo, aquellas fuentes eran una delicia para los sentidos, y aprovechó para refrescarse. Caminó durante horas al amparo de aquella soledad que le envolvía como un remanso de paz. El servicio se había dejado una puerta abierta, no había nada de malo en echar una miradita al interior. Sus vacilantes pasos le dirigieron por grandes estancias lujosamente adornadas, como se podían hacinar allí tantas riquezas con la de miseria que había visto por el camino.
Las salas estaban desiertas, las grandes escaleras refulgían, no sabía muy bien adonde guiar sus pasos, casi sin darse cuenta se introdujo en una zona vetada a los hombres, en la zenana solo podía entrar su alteza y allí se encontraba él, en un mundo de mujeres que solo conocía por las someras descripciones de los escritores, debía salir de allí antes de que alguien le viera, siguió deambulando pero cada vez se adentraba más y más en aquel mundo prohibido, y el peligro de ser descubierto aumentaba de forma desmesurada. Resonaron unos pasos a su espalda y ya fue demasiado tarde para esconderse, un fuerte dolor le oprimió el pecho cuando se vio rodeado de hombres armados y se desvaneció.
El agua golpeaba con fuerza su rostro, cuando abrió los ojos el abismo apareció ante su incrédula mirada, ¿dónde estaba?, que clase de broma era aquella, el pelo desmesuradamente largo se le pegaba al ovalo facial, el suelo se movía violentamente y la lluvia seguía empapando su cuerpo, poco a poco tomo conciencia de su situación, un relámpago iluminó aquel cascarón en el que viajaba, la tripulación estaba afanada con las velas, los trinquetes, aquello era un barco y el se encontraba atado al mástil. ¿Acaso era un prisionero?, dedujo que no tenía mucho sentido porque de ser así no se encontraría en la cubierta. Miró sus graciles manos, no tenían callos, sus largos dedos nunca habían manejado una soga, no llegaba a entender que hacía pues a bordo, tanteo con sus dedos y descubrió un estuche de violín, cada vez aquello le encajaba menos, y para colmo el estomago se le descomponía con tanto vaivén.
Después de la tormenta llega la calma, le despertó el grito de un marinero que a todo pulmón anunciaba que había tierra a la vista, al menos no no habíamos cruzado con ningún pirata. Que iluso fui al confiar que el viaje terminará de forma pacifica. Antes de llegar a aquella franja marrón en la que deseaba poner mis pies, una gran nave nos corto el paso, se avecinaba trifulca y el capitán me envió al camarote, el barco sufrió miles de vaivenes hasta que un golpe seco me hizo presagiar lo peor. Uno que es pesimista, cuando asome la cabeza a cubierta pude ver una enorme isla, y un fuerte devastado. Y ahora donde íbamos a dormir me pregunté. En aquel vasto lugar descubrí la belleza de la naturaleza, especies de animales y plantas desconocidas por mí hasta aquel instante, la majestuosidad de un amanecer y la suntuosidad de un atardecer, colores únicos. Pero no todo era belleza, la crueldad en estado puro desfiló ante mis ojos, que no daba crédito a tanto despropósito, que salvajes eran los indígenas.
Un suave vaivén me sacó de mi ensoñación, a los pies de aquel diván mi pequeña me miraba con aquellas grandes esmeraldas que refulgían, su cabello negro caía en cascada sobre sus hombros y una sonrisa de cascabeles me dio la bienvenida de nuevo a mi mundo. Un accidente de tráfico me había privado de la movilidad hacía poco mas de un año y confinado a una silla de ruedas, me refugié en mi familia y en mi pasión por la lectura que me permitía seguir viajando sin limitaciones. En aquel lugar mágico que mi mujer había habilitado en el jardín tenía todo lo que necesitaba para ser feliz, libros a raudales, un diván en el que descansar mis dormidas piernas, un remanso de tranquilidad y la presencia de mi pequeña a media tarde que me rescataba de las miles de aventuras a las que me abocaban mis lecturas.
Hoy es el día internacional del libro, hace tiempo que no escribo así que igual esta composición no tiene toda la fuerza que con algo más de rodaje hubiera podido tener, pero hace años que me apetece escribir un relato en un día tan señalado y siempre otras obligaciones me impedían llegar a tiempo. Espero que tengáis un feliz día del libro, desearles a los catalanes un feliz día de San Jordi y a todos felices lecturas.