La bala, las flores y las niñas.
La bala, en la sien. En el tiempo mínimo de la caída, nacen flores que amortiguan el cuerpo y la pistola humeante no tarda en compostarse con la tierra que se la traga. Llegan tres niñas y le besan el rostro que recobra su rubor y la herida se cierra. Se le abren los ojos mientras se levanta desacompasado. Ellas lo miran sonrientes al tiempo que señalan al cielo. Los nubarrones han desaparecido.
Torcuato González Toval.