Hay un momento en 'Amour' en el que el personaje interpretado, con mano de hierro, por Emanuelle Riva ojea un albúm de fotos y entonces destaca lo bonita que es la vida. Podríamos tomar éste momento como resumen del último film de Michael Haneke, aunque también lo podríamos ver como un simple oasis en medio del desierto de aparente desolación que propone la última Palma de Oro en Cannes. Creo que ninguna de las dos opciones son totalmente correctas pero ya puestos a elegir, la primera es la que más se acerca. 'Amour' es un canto a la vida, aunque a priori suene paradójico. Mas así es, la cinta acaba produciendo un sentimiento de devastación en el espectador pero, pese a eso, nos encontramos una película extremadamente vital y ciertamente optimista.
Haneke rueda, 127 minutos de agonía y belleza, de manera lenta y sin ahorrarse ningún llanto, ningún grito, manteniendo los planos hasta que el espectador desea apartar la cabeza de la pantalla. Fotografía fría y pulso narrativo amenizados con una banda sonora (adaptada) en la que sólo se escucha el piano. Y es que el piano tiene un gran peso dramático en la cinta, convirtiendo los momentos en los que le podemos escuchar, en los más emocionantes y deslumbrantes de la misma.
'Amour' transcurre casi en su totalidad en un piso de Paris y son, casi unicamente, dos actores los que llevan el peso de la cinta. Más allá de las apariciones de Isabelle Huppert, que para mí interpreta (muy bien) a un personaje sin demasiada importancia, los veteranos Jean Louis Trintignant y Emmanuelle Riva se dan o, mejor dicho, nos dan un auténtico tour de force interpretativo, en ambos reside el "alma" de 'Amour'. Ésta última ofrece una interpretación dura y cruda en la que observamos la degradación de la vida. Trintignant por su parte, también nos ofrece una interpretación que habla de ésto, pero de otra manera, quizás sea, el suyo, un personaje menos lucido que el de su compañera pero también, él, merece todos los aplausos.
La primera hora y media de 'Amour' narra una historia de amor plena, bella, íntima, pura. Momentos tiernos a base de miradas, silencios, medias sonrisas. Pero es en los últimos tres cuartos de horas, nos percatamos de lo que esconden esas sonrisas, esas miradas, esos silencios. Y entonces es donde el arsenal de Haneke estalla en serie, dejando paso al dolor físico que se traslada al espectador haciendo mella en su mente. Aterrorizando, creando un nudo en la garganta que no acaba hasta un final. Un final relativamente esperanzador.
El largometraje se abre con el final, con un plano bellísimo que cobra sentido cuando, en su verdadero contexto, implica devastación. Y es que el final de 'Amour' es, en su principio, pesimista y traslada un mensaje contundente, y es que, a la hora de la verdad, no hay perdón ni tiempo extra, pero a medida que vamos atando cabos puede resultar una bomba de oxígeno para aquellos, que ya lo veían todo negro. O no.
La vida es dura sí, y termina pero la belleza de la misma al disfrutarla, al hacer balance, merece la pena. Quizás ese sea el mensaje que nos quiere trasladar Michael Haneke con ésta película en la que todo encaja no sin antes empujar los engranajes. Una película deslumbrante, brillante, de gran belleza.
'Amour' es un relato del amor como base de la vida, en todas sus formas. El amor como castigo, la cara amarga, la cruel, así como su extensión vital y optimista. Ese amor, que es el que nos hace levantarnos todas las mañanas y empezar el día. Y continuar. Porque todos tenemos nuestro corazoncito, todos amamos...incluso Haneke.
La Llave Azul otorga a 'Amour' un 9,5 de nota