La biblioteca privada

Publicado el 24 octubre 2017 por Ninocactus
Horacio, el alcaide, no aceptaba a cualquier prisionero. Le gustaban los crímenes aviesos, descarnados. En su despacho, paladeaba los truculentos testimonios detallados por los asesinos, mientras dejaba que el humo de su cigarrillo ambientase la escena.
Cada celda un volumen decía.
Las historias policíacas le sedujeron desde pequeño, pero ni quiso ni supo conformarse con la ficción.