Busqué en los lugares equivocados, mi caminar se dirigió a sitios oscuros, rincones y ratoneras.
No miraba no escuchaba, no me paraba a oler ni tocaba. Ni tan siquiera me paraba. Pasos y pasos hacia ninguna parte. No había nada entre el ruido y el más absoluto silencio.
La gente te cuenta, te dice, afirma o aconseja. Incluso es rotunda en ocasiones en que no necesitas de rotundidades ni crees ya sus verdades absolutas. Esas verdades y esos consejos que sabes que jamás seguirían, los ves lanzas o cuchillos, balas que ya hirieron sin apenas rozarte.
Cogí mis sueños, mis recuerdos más valiosos, las promesas que un día me hice y me quedaban por cumplir y metí todo aquello en un pequeño bolso de mano de los que no es necesario facturar en el aeropuerto.
Lo último que recuerdo de aquel día es a un desconocido que me devolvía una sonrisa frente al espejo. Alcé mi mano y lo saludé. No me devolvió el saludo.