Hace muchos años, yo tenía la costumbre de leer “La Caimanera” en la primera clase de Introducción a la Administración que daba en algunas universidades e institutos universitarios. He estado buscando este artículo en Internet pero mi búsqueda había sido infructuosa. Hoy me levanté decidido a encontrar este valioso documento y, luego de volver a buscar en Internet, decidí registrar algunas carpetas de mi biblioteca y, ¡encontré una fotocopia amarillenta por lo vieja!
A continuación transcribo “La Caimanera” de Alberto Rial.
Los paralelismos entre deporte y trabajo van más allá de lo que cualquiera pudiera pensar a primera vista, y en este artículo, Alberto Rial lo demuestra con una anécdota tan real como la vida misma.
“¿Aló? ¿Juan Carlos? Chamo, mañana hay juego de pelota. Sí, en el mismo sitio del mes pasado, en el terreno que queda más allá de la mata de mango, enfrente de la casa de Andrés. Sí, a las ocho de la mañana. ¿Que tienes rumba esta noche? Tranquilo pana, llégate cuando puedas y pichas dos innings. Yo también tengo salida hoy, después de la oficina, pero de repente no llego tan tarde; total, la idea es como siempre: nos reunimos, le damos unos palazos a la bola, sudamos y después bajamos el calor con unas frías en la taguara de Miguel. Okey, entonces te esperamos; ah, y tráete tres guantes porque estamos cortos con el equipo. Y dile a Atanasio y a Perucho. Yo los llamé hace rato, pero tienen el celular apagado; no te olvides, chao.”
Y amaneció el sábado y se jugó el partido de pelota. Juan Carlos llegó como a las 11 de la mañana, trasnochado, pero pichó tres innings. Atanasio no fue porque nadie le avisó, y Perucho se presentó a la hora de las frías. En total, de 30 personas convocadas a la caimanera se aparecieron 15 en el terreno. Fueron llegando graneados, entre las 8 y las 11, cada quien con una excusa diferente. Que si fulano me llamó a última hora, que si mi mujer me tenía comprometido para unas diligencias, que si tuve que pasar por la oficina porque había trabajo pendiente; total, cualquier cantidad de razones. Pero los panas se divirtieron, sudaron, se burlaron de ellos mismos y, al final, las cervezas sirvieron para alargar el buen rato. Llegaron las cuatro de la tarde y vinieron las despedidas y vamos a vernos el mes que viene y qué bien quedan las cosas cuando no se planifican y saludos a la mujer y a los chamos y me tomo la última y me voy.
La caimanera es una expresión típica de la manera de celebrar y de divertirse que tenemos los venezolanos. Es espontánea, sabrosa y muy afiliativa. Ni el resultado del juego ni otros detalles técnicos, como la hora de llegada o el equilibrio de los equipos, tienen mucha importancia. Lo importante es juntarse con los panas y tener qué contar al día siguiente. Es parte de nuestra cultura y del gusto que sentimos los caribeños por la mamadera de gallo y por el contacto con la gente cercana. Es casi, una forma de vida.
No todo el mundo entiende de caimaneras. En una oportunidad, estábamos asesorando a una empresa inglesa que iniciaba sus operaciones en Venezuela, y tenía problemas de integración entre los empleados criollos y los extranjeros. Un escocés, recién llegado de Aberdeen, se quejaba amargamente de que los venezolanos lo discriminaban cuando organizaban sus diversiones. “Fíjese usted”, nos decía, “que en días pasados me llamaron un viernes para invitarme a un partido que se iba a jugar el sábado. A mi, que tengo ya planificadas mis actividades para los próximos siete fines de semana, me vienen con esto. Es obvio que me llamaron para que no fuera. Además, los venezolanos son muy improvisados: te dicen a las nueve y llegan a las diez. Van a jugar un torneo de béisbol y terminan jugando fútbol. Al final, todo es una risa y nadie sabe quién ganó y quién perdió. Es muy difícil pasar un buen rato en un ambiente tan extraño.”
Vainas de los escoceses, diría uno, que no pueden vivir sin un plan detallado y sin saber a qué hora se bebe el primer trago y cuándo se sirve el último. Bien diferente a nuestra cultura, que sabe improvisar y resuelve y como vaya viniendo vamos viendo y lo pasamos bien sin tanto rollo ni tanta manía con la anticipación.
“¿Aló? ¿Juan Carlos? Sí, chamo, ya formamos la compañía. Quedé yo de presidente, Atanasio de gerente general y tú de vicepresidente. Sí, ya tenemos un cliente, el tipo de la tienda que quiere que le montemos cuatro máquinas y el sistema de contabilidad. ¿Que tú no tienes el sistema? Pero si nos comprometimos con el tipo para ir mañana a montárselo, Juanca. Bueno, sí es verdad, pero yo te dije ayer y tú me confirmaste que sí lo tenías y yo me cuadré con los demás. Ajá, y ahora qué le digo yo al tipo. ¿Que me haga el loco y no vaya? No, no puedo, chamo, yo tengo que ir. No sé, de repente lo llamo y le invento algo, pero él está contando con las máquinas. ¿Y tú no te puedes piratear el sistema de la oficina donde trabajas? Bueno, yo sé que no es perfecto, pero así vamos, le montamos sus hierros a la tienda, le parapeteamos el software para que salga del apuro y la semana que viene volvemos y le dejamos todo listo, ¿okey? Sí, chamo, te espero mañana a las diez. ¿Que no puedes a las diez? Está bien, pero trata de no llegar tan tarde. Sí , las máquinas las llevo yo, las voy a buscar esta noche donde Atanasio, tranquilo. Nos vemos mañana, chao.”
Esta caimanera no funcionó tan bien como la del juego de pelota. De las cuatro máquinas llegaron dos, Juan Carlos se presentó a las tres de la tarde y no pudo quedarse para la instalación porque tenía una diligencia en su trabajo; el sistema pirata trajo un virus que le contaminó los archivos al señor de la tienda. En resumen, un verdadero desastre: un cliente echando espuma por la boca y un trabajo chapucero, por decir lo menos.
Si pudiéramos aprender que el dominó con los panas es una cosa, y la seriedad, planificación y calidad que le debemos a nuestro trabajo es otra, y dejáramos a cada cual en su sitio y oportunidad, seríamos, sin duda, mucho más competitivos. Y podremos seguir divirtiéndonos, cuando nos llegue el momento de la rumba y del partido de los sábados.
Preguntas para reflexión:
- ¿Tu empresa se parece a una “caimanera”?
- ¿Qué tienen que empezar a hacer en tu empresa hoy mismo para que deje de ser una caimanera?
- ¿Cuáles son las conductas individuales que hacen de tu empresa una caimanera?
- ¿Qué deben hacer con aquellos colaboradores que insisten en formar caimaneras dentro de sus equipos de trabajo?
Esperamos sus valiosos comentarios…
Foto tomada del blog historiacaimanera.blogspot.com