Solo y aburrido, a oscuras en mi habitación, apenas un haz de luz atraviesa una rendija de mi cuarto. Sobre mi escritorio, una colección de cajitas de música guardadas en el pasar de los años, guardada en una pequeña vitrina. Cojo una en forma de joyero, le doy vueltas a la llave y destapo con sumo cuidado el pequeño cofre del cual surge en su interior una frágil bailarina mientras la música suena y ella va dando vueltecitas algo torpes por el paso del tiempo.
Me levanto, comienzo a bailar el vals entre la oscuridad. Mis pasos marcan el compas cristalino de la bella melodía mientras, al principio, recito para mis adentros "un, dos tres...un, dos, tres...un, dos tres...."
Y me mezco al ritmo de mis sentimientos bailando por las imágenes de mi infancia inocente, de mi juventud, del otoño de mis días...De amores y desamores, de risas y llantos, de lágrimas que caían al vacio sin generar ruido....De risas locas, de esencias de perfumes, de olores de pieles, de besos y traiciones...
Floto.
Toda una vida al ritmo de un nostálgico vals. El vals de los tiempos perdidos, de las caricias que no supe apreciar y de los besos que jamás robé por miedo a perder. A los amigos que traicioné. A los enemigos que me vendí. A los errores que cometí sabiendo que hacía justo lo que mi corazón dictaba.
Y no me arrepiento de no haber sido feliz. Quizá lo fuí y no fui consciente...qué más da! Mi cuerpo baila entre las sombras, entre los recuerdos y las ausencias, medio ebrio de emociones y sentimientos que se pegan a mis manos como nubes mientras danzo.
Soy aire.
Baile de cuerdos que están locos, de bailarinas que giran como peonzas como dervihes en trance.
Qué puedo hacer con mis recuerdos sino amarlos. Amarlos para que no me destrocen. Amarlos para recordar que estoy vivo. Amarlos en la oscuridad.