(Un día cualquiera)
caminando la dehesa de mi municipio
se me extraviaron unas monedas,
fue allí,
cuando di vuelta en dirección al pequeño
y valiente kiosko
tan anciano como mis huesos,
que mis indefensas manos
andaron locas manoseándose los bolsillos,
¡ah pequeños ladrones
devolvedme mis monedas!,
uno de los forros,
me di yo cuenta enseguida cuando lo saqué a las afueras,
seguramente tuvo hambre y se tragó la calderilla,
pues todavía seguía con su boca abierta.