La calle treinta y el bar del tiempo

Publicado el 22 marzo 2011 por Elcocteldeloscuentos
En el bar de la calle 30 el tiempo no cabe. Nada más pasar por la puerta los minutos y las horas parecen agarrotarse y se quedan en el umbral. No es que tengan miedo a entrar, es que simplemente dejan de existir. Allí la eternidad no cuenta y dura lo que dura un beso. Hay que bajar dos pisos en ascensor si quieres acceder a la parte chill-out, y de vez en cuando, en lo que dura el trayecto, compartes cuatro palabras con algún cabeza de chorlito que lo visita más asiduamente que tú o algún soñador que piensa que pegándose a la barra del grifo de la cerveza permanecerá joven por siempre. Allí no importa nada hasta que algo importa (cosa que pasa muy de vez en cuando). Y entonces ya no buscas compartir saliva sino tragarla e impresionar con una conversación inteligente a ése alguien que te mira cuando nadie se fija. Como los minutos se han quedado en la puerta, lo que menos te preocupa es cómo acabará la noche. Y te acercas y te enciendes un cigarrillo (aunque lo apagas pronto, por la dichosa ley). Empiezas a hablar con una frase que dices que dirás a tus nietos: "yo viví en los tiempos en los que se podía fumar en los bares y conducir a más de 110". Y va y se ríe. ¡Que dejen pasar al tiempo!