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La carretera, de Cormac McCarthy

Publicado el 07 mayo 2010 por Smorenovalle

La carretera, de Cormac McCarthy

Curas y militares españoles dicen hola (o adiós)
de la forma típica de mitad de siglo pasado.

La iglesia sorda y ciega y permisiva con los suyos y consumidora de niños a granel, es decir la católica y papista, original no era. En realidad sus libros no son más que plagios de mitos milagreros de la cultura clásica griega y de Oriente recogidos en copiosos (o copiados) volúmenes. Ni siquiera la idea del demonio es suya. Lo que sí fue todo un logro es arrojar más maldad a un mundo ya bastante sangriento, cruel, antihumano y miserable. Eso hay que reconocérselo summa cum laude.
La carretera es un infiernillo sin curas, ni niños (sólo hay uno y va con su padre). La traducción visual de una de las infinitas maneras de cargarse el planeta. No hay que descubrir nuevas leyes de la física para saber cómo acabará el Planeta Tierra. La evidencia física más reciente, a pesar del calentamiento global, apunta a que el universo morirá tiritando, en lo que los científicos han llamado un big freeze. Aunque no se puede determinar una fecha para tenerla en cuenta el día que pase ni existe la certeza absoluta de que el final será como creen de momento, parece que el universo se está desgarrando como una media cada vez a mayor velocidad por la energía del vacío. En cualquier caso, no es una buena forma de acabar los días.
Todo esto viene a que la mayoría de los finales están inventados. O como cantaba Sabina, todos los finales son el mismo repetido. En concreto, el rechinar de dientes de La carretera ya lo pensó Radulphus Gabler hace 10 siglos, refiriéndose a una especie de año 2000 de la época. Decía así, más o menos (citado por Umberto Eco en Historia de la fealdad):
-[...] En todo el mundo empezaron a sentirse los efectos de la carestía, y casi todo el género humano corrió peligro de muerte [...] El tiempo se volvió tan inclemente que no se encontraba el momento propicio para la siembra ni para la recolección. [...] Cuando ya no hubo animales. los hombres, empujados por el hambre, se decidieron a alimentarse con todo tipo de carroñas [...] El hambre rabiosa empujó entonces a los hombres a devorar carne humana. [...] Los caminantes eran atacados por otros más robustos que ellos, y sus cuerpos, cortados a pedazos [...] Esta rabia delirante llegó a tales excesos que las bestias solitarias corrían menos riesgo que los hombres de caer en manos de los perseguidores. [...] 
Colorín colorado...

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