La mañana está verde. Verde como el pasto recién cortado en la casa que está plantada sobre el medio del terreno.
Tengo seis, siete años. Doy la vuelta a la casa entera, camino, corro y sueño.
Detrás de la casa hay una especie de habitación con una ventana que da a la parte de atrás. En el otoño la poseo, la habito, la pinto de amarillo y la decoro. Encuentro una mesa pequeña y una banqueta. Empiezo a escribir desenfrenadamente, casi a diario, y cada recorte lo voy poniendo en la pared sujetos con chinches con cabecitas de colores.
Esta mañana verde de octubre, me pongo de pie y empiezo a sacar uno a uno mis poemas y escritos, poniendo las hojas en un lugar y las chinches en otro.
Al caer el mediodía, uno las hojas con una cinta roja, hago un paquete con papel madera, le pongo una estampilla y te lo hago llegar.
Otro final más en mi haber.
El camino se bifurca.
¿Y qué más puedo pedirte?
Yo no pido más de lo que me puedan dar.
Y vos me das este final
Dulce, sincero y triste;
Tu final anunciado
Y el mío
Por ende,
Por descarte,
Por aceptación.
Que no sea más que la verdad.
Nunca desearé otra cosa.
Para vos.
Para mi.
Aunque llore
Y duela.
Serás
Una piedra extraña en mi camino,
Que levantaré
Y atesoraré
Para cuando tenga frío.
Te quise como a esos lugares
Recónditos,
Inhóspitos,
Tenebrosos
Que dan miedo
Pero que luego
Dan agua
Y dan cobijo.
Otro lugar más
A donde
Ya no podré ir.
Al menos
Dejáme un hueco
Debajo de la cascada
Que se forma
Debajo de tu brazo
Donde pueda
Apoyar mi cabeza
Cuando sienta
Que ya no merezca nada.
Patricia Lohin
Anuncios