La Casa de Alba o el feudalismo financiado con fondos públicos

Publicado el 08 noviembre 2011 por Iosuna86

Publico aquí un artículo de opinión que escribí para Tercera Información ayer sobre la Casa de Alba.
Fuente original: La Casa de Alba o el feudalismo financiado con fondos públicos. (Tercera Información)
Año 1511. La Casa de Osomontes recibe ese año un fondo especial del Reino de España por sus tierras y latifundios a lo largo y ancho del mismo. Tiene a miles de jornaleros a su cargo, en condiciones lamentables. No obstante, es una familia que goza del beneplácito del pueblo. Sus miembros, con la duquesa de Osomontes a la cabeza, visitan, muy a su pesar, Iglesias e instituciones reales para que el pueblo pueda verlos, para que esa ciudadanía pueda hacerles regalos varios y para que la plebe pueda mostrar, con gritos, la idolatría que siente hacia ellos. Saben que tener al pueblo de su lado les permite mantener el status quo y sus propiedades. Y esperan que sea así de cara al futuro. 
La familia Osomontes ostenta la mayor parte de la tierra de decenas de pueblos del sur de España y goza de enclaves, castillos y enormes residencias en el centro y norte de la Península. Varias de ellas abandonadas a su suerte. Otras tantas sin haber sido visitadas por ninguno de los miembros de la actual familia. De acuerdo con la legislación del momento, y que busca ayudar y fomentar la actividad agrícola, el Rey hace proveedora de importantes fondos monetarios a la Casa con motivo de su cantidad de tierras en propiedad. Muchos labradores sueñan con ser ellos, quienes trabajan la propiedad, los que perciban esa ayuda real. Pero no es más que un sueño. No lo saben, pero viven en lo que pocos siglos después, los revolucionarios de Francia calificarían como el Antiguo Régimen, un sistema feudal muerto y enterrado a los ojos del ciudadano del siglo XXI.
500 años después, octubre de 2011. La duquesa de Alba celebra su boda en un momento en el que la Casa de Alba registra su nombre como marca comercial. A la boda acuden decenas de cámaras de televisión y cientos de ciudadanos. Gritan consignas ensalzando la figura de la jefa de la nueva marca, la aristócrata viva con más títulos del mundo, la catorce veces Grande de España. La misma que posee 34.000 hectáreas en España, algo menos de la milésima parte de todo su territorio insular y peninsular. Eso implica que 1 m2 de cada 1.000 m2 de todo el Estado español pertenece a los Alba. Conforme a la legislación comunitaria del momento (Política Agrícola Común), esta familia recibe más de 3 millones de euros anuales de los fondos públicos de la Unión Europea. El partido que lleva en sus siglas la defensa del obrero y del socialismo como sistema nombra a la duquesa de Alba “Hija Predilecta de Andalucía”. Sus trabajadores, que padecen dificultades para subsistir, ansían poder percibir esa ayuda a la agricultura que tanto les aportaría a ellos, quienes trabajan la tierra y quienes sacan adelante con su esfuerzo a las empresas agrícolas de la duquesa. Unos “locos” -en palabras de la duquesa- que siguen soñando, como sus antepasados. 
No obstante, el pueblo la quiere. Millones ven su boda espectáculo sentados en sus casas ante el televisor. La duquesa y sus hijos conceden, con desgana, entrevistas ante la prensa escrita y audiovisual cada cierto tiempo. De vez en cuando aparecen sin querer (queriendo) acosados por los mal llamados periodistas. Ofrecen a la prensa periódicamente conflictos personales y familiares, buscando su propia victimización. Ante las cámaras, se sienten acosados, vejados y violados en su intimidad. Pero lo buscan, lo quieren, lo necesitan. Ansían esos momentos. Buscan la empatía de la gente. Y la encuentran en personas que están en el paro, en ciudadanos que malviven al mes con el dinero que la Casa de Alba genera en menos de una hora. El fin de esta familia es muy sencillo. Se trata de vender a la Casa de Alba como una “pobre” familia acosada por los medios, violada en la intimidad por tener fortuna y ser una familia histórica. Mientras los medios muestren eso, nunca tendrán la espalda del pueblo. Las subvenciones que perciben del dinero de los ciudadanos, las condiciones laborales de sus trabajadores, la ostentosidad de su patrimonio,... todo eso brilla por su ausencia en el medio por excelencia, la televisión, salvo contadas excepciones y nunca en horario de máxima audiencia. 
La familia Osomontes no existe. Ni tampoco la legislación que por imperativo real otorgaba ayudas económicas a los nobles latifundistas. O, al menos, eso creo. Es una mera invención para mostrar cómo una misma familia puede sobrevivir dos épocas tan distintas en apariencia. Es una forma de hacer ver cómo una misma familia privilegiada puede aprovecharse de dos sistemas en teoría antagónicos para engrosar su patrimonio. Es una manera de entender cómo esa familia utiliza sus armas de seducción para embelesar al pueblo mientras lo saquea en diferentes épocas históricas. Y es una muestra de cómo el Antiguo Régimen nunca terminó del todo. Sigue vivo, escondido tras la apariencia de democracia, libertad e igualdad. Antiguamente, su presencia era pública y notoria. En la actualidad, el disfraz de Estado social y de derecho nos impiden ver con claridad el feudalismo operante. Pero sigue vivo.