Revista Talentos

La casa de la laguna. (Part III)

Publicado el 21 enero 2016 por Francine @diariofrancine

La casa de la laguna. (Part III)
No podía, confirmar el tiempo que había esperado delante de la puerta, y apilando el valor resentido en otras épocas donde no le temía a nada, respiro profundo y con una mano en el pestillo y otro en el pecho, abrió la puerta lentamente.
Del otro lado, una persona que vestía sin frío, abrigada de pies a cabeza, se presentó diciendo:
-Buenas tardes, mi nombre es Eloy, vivo en la primera casa al final del lago, he visto pasar su coche esta tarde y me sorprendió que parara aquí. Lo he sabido por el humo de la chimenea...Sólo quería saber necesitaba algo ya que, seremos vecinos.
Ania que comenzaba a sentir el fresco que se invitaba desde afuera. Cortó por lo sano y sin siquiera agradecerle, la molestia. Cerrando con impulso la puerta, digo:
-No, muchas gracias. Buenas tardes.
Al día siguiente, el sol amaneció com rayos que iluminaba cada una de las ventanas.
Ania, se despertó como luego de un sueño de 12h pero helada, la chimenea olvidada apenas brillaba con pequeñas brasas. Fue lo primero que hizo...¡Fuego! Calentita luego de un café bien casero y del pan sin nada que había traído desde "la vieja casa" como la llamaba ahora, eran para ella hoy, el desayuno perfecto.
Sola, en una cosa repleta de recuerdos, de mucho trabajo por hacer  pero llena de vida. Nunca se había sentido así, ¿Cómo decirlo? Feliz, eso. Acostumbrada a vivir entre muros de cemento, la sencillez construida con madera, le daban vida interna sin poder explicar la sensación que parecía una evidencia, dentro del despojo de una decisión y de un pasado dejado atrás.
Fue en ese momento o un poco después, cuando la mirada que recorría la pieza se posó sobre un trozo de madera sobre el sillón y recordó la escena de la tarde-noche anterior. Menos cansada y con menos miedo, sintió que su actitud no había sido correcta.
Entonces, tomó su abrigo y bufanda, subió al coche y siguiendo el camino del lago, al final, una casa de madera pintada en blanco se perdía entre la nieve y las nubes del cielo.
Con poca vergüenza, ya a esta altura de su vida, no le quedaba nada. Sin titubeos tocó a la puerta. No pasaron ni 15 segundos, hasta que la misma persona abriera la puerta, esta vez sin tanta ropa encima lo cual permitía poder poner una cara a la voz grave de aquella noche.
-Buenos días, soy la mujer de la casa del laguna, quería disculparme, no fue mi intención tratarlo así pero a decir verdad, estaba cansada y debo admitir que en medio de la noche  a pesar de ser todavía de tarde, sentí miedo.
-Buenos días, lo siento, la culpa es mía, debí esperar a la mañana. No todo, se ve de la misma manera a plena luz del día. -y mientras sonreía- ¿Podríamos empezar por presentarnos? Mi nombre es Eloy y ¿usted?
-Mucho gusto, el mío es Ania.
-¿Ania? ¿La pequeña Ania? ¿Hija de Arturo y Eva?-dijo abriendo sus ojos.
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