Revista Literatura

La Casa de los Gaitan

Publicado el 20 septiembre 2010 por Gildelopez
Hace algun tiempo, durante una charla de sobremesa en el Cafe Catedral de Morelia, varios amigos hablabamos de los sentidos fisicos. Realmente la platica no tenia nada de especial, pero cuando alguien dijo que era interesante como un sonido, un aroma, etc. puede traer muchos recuerdos en fracciones de segundo, senti algo curioso: recorde como, al podar el pasto del jardin de mi casa en Patzcuaro, siempre venia a mi mente la imagen de mis padrinos Carmela y Austreberto Gaitan y nunca habia analizado la causa de esa recurrente memoria.
De pronto, en el agradeble ambiente semi-bohemio de la Avenida Madero supe el por que: en un rincon del jardin de que hablo, tenemos un gran naranjo cuyos frutos no son nada digno de mencion, pero la escencia de sus azahares perfumaba el ambiente cuando la podadora pasaba por encima de las ramas recien cortadas y era precisamente ese aroma el que despertaba recuerdos de mi ninhez.
A lo largo de un buen par de horas estuve hablando con mis amigos de lo especial que es para mi la familia Gaitan. En principio, les conte que la casa de mis padrinos tenia un enorme narajo en medio de un exhuberante patio adornado por una gran variedad de plantas y arboles, rebosante de flores y frutas cuya escencia llenaba el aire de la casa. Por encima de aquella aromatica mixtura dominaba el perfume de las hojas y azahares del naranjo ( de ahi el efecto disparador de mis remembranzas).
Una vez abierto el baul de la memoria, los recuerdos comenzaron a fluir y pude ver aquel patio que mis ojos infantiles veian como una selva, rodeado por una buena cantidad de habitaciones: una para cada uno de los hijos de mis padrinos.
Debo haber tenido seis o siete anhos cuando eramos-con mi mama y mis hermanos-visitantes frecuentes de aquella cas de ensuenho y cada vez que llegabamos mi madrina Carmelita nos sonreia calurosamente y nos hacia un carinho aompanhado por alguna dulce delicia (arroz con leche, un glorioso pedazo de piloncillo, etc.).
Entonces, mientras mi mama charlaba con mi madrina antes de pasar a buscar a Lupita, su mejor amiga, los ninhos deambulabamos libremente por la casa.
Siendo yo el mayor, recorria todos los rincones de la casa, mientras mis hermanos Felipe y Estela jugaban en el patio; el pequenho arturo era un bebe de brazos.
Todo en la casa era fascinante: situada en la esquina de dos calles en ese tiempo empedradas, en las alturas del pueblo, la primera parte de la construccion albergaba una pequenha tienda con vista hacia ambas calles. A un lado de la tienda estaba la enorme puerta que era la entrada a la casa y se abria hacia un amplio corredor lleno con los articulos para venta en la tienda: una fran diversidad de productos agricolas,herramientas y aperos de labranza, pero principalmente, alimentos para animales y fertilizantes. El olor de esos articulos agregaba-para mi- un toque de exotismo al de por si agradable aroma de la casa.
En algun rincon del patio estaba una gran tortuga, en apariencia inmovil, pero que de vez en vez desaparecia por semanas y reaparecia inesperedamente. Era todo un misterio para mi. Habia tambien un gigantesco perro (no se de que raza, aunque el terror retrospectivo lo convierte en mastin o gran danes), cuya sola vista me amedrentaba y que sin embargo era un noble y educado animal, pues cada vez que yo entraba a la casa, aunque me grunhia amenazadoramente, protegiendo sus dominios, lo unico que yo tenia que hacer era decir su nombrs con firmeza: "Gago!", para que se transformara en un agradable, acariciable amigo que permitia mi entrada sin mayor problema.
Cuando fui un poco mayor, me gustaba ir por mi cuenta, siempre que podia a visitar a mis padrinos. El solo hecho de estar en esa casa me daba una gran sensacion de bienestar.
Saludar a mi padrino Austreberto era un verdadero placer: siempre amable y con la sonrisa a flor de labios, era un patriarca generoso, de hablar suave y mirada bondadosa, que sin embargo llevaba con firmeza las riendas de su numerosa familia, propia y ajena, pues no era raro ver en su casa ninhos que el practicamente adoptaba, ayudando a sus necesitados padre. Creo que nunca he conocido a una persona con tanta congruencia entre su fe cristiana y el compromiso social como don Austreberto.
En los recuerdos mas vividos que tengo de el, lo veo platicar conmigo con la seriedad y el respeto con el que trataba a los adultos, a pesar de que yo era apenas un ninho. Era prodigo en sus atinados consejos.
Poco era lo que lo veiamos, porque casi no estaba en casa cuando ibamos, pues atendia los asuntos de su rancho, ademas de sus ocupaciones como activo cooperativista.
A quien veiamos invariablemente en nuestras frecuentes visitas era a mi madrina. Ella, Carmelita Cortes era una hermosa persona; siempre alegre por sobre cualquier contrariedad. Nos ensenhaba la doctrina cristiana con un metodo tan inteligente como agradable: mas que darnos lecciones aburridas y obligarnos a memorizar largos parrafos, nos narraba la Biblia en forma de amenas historias que capturaban nuestra atencion y quedaban para siempre grabadas en nuestras mentes.
Con el paso del tiempo, la infuencia de los Gaitan en mi vida aumentaba. Entre a la secundaria en el Instituto Cristobal Colon ("La Colon" mi amada Colon). Los Gaitan, con su noble generosidad, colaboraban en el no menos noble proyecto educativo del anhorado padre Enrique Escoto.
Ahi, mi primera maestra de literatura fue Carmelita Gaitan. Sus apasionados metodos pedagogicos convirtieron el habito de la lectura inculcado por mi papa, en una verdadera adiccion que desde entonces me acompaha. Inolvidables tambien, son las lecciones de "Ponchin" (Austreberto Jr.), quie era nuestro profesor de Ingles. Lo poco que he logrado dominar de ese idioma lo he aprendido en forma casi autodidacta, pero los fundamentos los adquiri en las clases de Ponchin.
Despues de tanto tiempo, ahora comprendo que ellos tenian el mismo estilo educativo de mi madrina: hacian del aprendizaje algo agradable y atractivo, lo que nos motivaba a aprender por nosotros mismos.
Entre a la adolescencia en los tormentosos setentas, tiempos de la "guerra sucia". Al culminar un turbulento proceso electoral municipal del que mi padrino fue el gran protagonista, los Gaitan, mejor dicho, las Gaitan (Carmelita y Sunchi eran las promotoras del proyecto) establecieron unos circulos juveniles de educacion politico-social. Asi que es algo mas de mi bagaje cultural acreditable a los Gaitan: una vision liberal de la sociedad.
Con los anhos, la vida me aparto de Tacambaro por mucho tiempo, permitiendome solo visitas rapidas y esporadicas, lo que hizo que perdiera el contacto frecuente con muchos queridos amigos.
Tuvo que pasar mas de un cuarto de siglo para que yo volviera a contemplar como mi hogar, asi haya sido por breve tiempo, "desde la enorme tribuna del cerro de la mesa" (Ruben Romero dixit) al pueblo que me pario. Durante esta corta segunda etapa de mi vida en Tacambaro tuve pocas oportunidades de tratar con los Gaitan y me di cuenta de que habia perdido el contacto con una o dos generaciones de la familia. A veces la vida es triste...
"Vaya", dijo uno de mis amigos, rompiendo mi subito silencio, " los Gaitan salieron de tu vida". No, lo corregi: yo sali de la vida de los Gaitan; ellos nunca saldran de la mia, pues forman parte de sus cimientos.
Santa Ana, Cal. 4 de enero de 2007

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