Revista Diario

La casa que adivinaba el día de tu muerte. Parte 5ª y última

Publicado el 05 agosto 2010 por Bloggermam
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El abrasador 27 de julio transcurrió feliz para Jero imaginando a Rédulo atormentado pensando que estaba viviendo sus últimas horas de vida. El carácter pasivo de Rédulo no hacía temer que cometiera ninguna locura.
En la permeable imaginación de su alucinado amigo se agolparían, sin cesar, imágenes de  algún espectro que se aparecería al caer la noche y le arrancaría las entrañas para llevárselo al averno entre llamaradas y gritos fantasmagóricos. La certeza del sufrimiento de Rédulo era motivo de satisfacción personal de Jero que lo justificaba mentalmente con un lapidario “en el pecado lleva la penitencia”
Al caer la tarde Jero salió de su casa con ganas de llegar al bar de la carretera y esperar a que Rédulo pasara por allí para despedirse de los contertulios habituales. Ese sería el momento en el que destaparía la broma y contaría cómo había ideado todo para demostrarle que ni había  misterios por resolver en la casa, que ésta no tenía ninguna maldición y que haría mucho mejor en estudiar las oposiciones a administrativo en el ayuntamiento de la capital que andar creyendo el primer cuento chino que le contara cualquier iluminado.
El resto de contertulios aprovecharían una noticia de tal calibre para meterse con Rédulo hasta la saciedad, le invitarían a cerveza fría hasta caer ebrios de risa y alcohol al suelo y se hablaría del asunto durante mucho tiempo en todos los pueblos de la comarca. Seguro que le cambiaban el mote de Jero el huérfano o Jero el quimicefa, por Jero el bromista o el joputa. En el fondo le daba igual el mote, siempre que le señalaran con el dedo y le invitaran a unas copas de vez en cuando, con la excusa de rememorar el acontecimiento.
Tomó asiento en la terraza del bar esperando a que llegara cabizbajo Rédulo. Pero éste no aparecía. El tiempo pasaba entre los comentarios habituales de fútbol, política y alguna que otra habitual disputa de lindes entre fincas. Parecía que incluso Sindi se había confabulado con su ausencia para fastidiar a Jero en lo que se prometía como una tarde de gloria.
La noche se había echado encima. La situación había perdido toda la gracia. Hastiado, se levantó de su silla y comenzó a arrastrar toda la cerveza que había bebido hasta la casa de Rédulo.
Ya había aporreado tres veces la puerta de la casa en la que Rédulo vivía en soledad. No se oía ni un ruido. En la cabeza de Jero se amontonaban funestos pensamientos. Finalmente la puerta se abrió y Jero pudo ver el fantasmagórico rostro de Rédulo demacrado por el terror de la cercana muerte. La mirada perdida del aterrado amigo, logró enfocar el semblante descolocado de Jero y acto seguido rompió a llorar mientras se abrazaba a su verdugo.
-Jero -la voz quebrada, hacía que no se le entendiera, aunque Jero sabía todo lo que quería decir sin oírle-,  me muero.
El bromista no había calibrado bien la reacción de su inocente víctima, que estaba en shock y al borde del colapso.
-Venga Rédulo, no te vas a morir. En realidad…-La puta casa –tragó saliva- me ha dicho que me muero hoy…
Había que actuar rápido para que su amigo no muriera de verdad víctima de un ictus o de un infarto. Era evidente que el sufrimiento extremo iba a pasarle factura si no lo cortaba de inmediato.
La situación tan lamentable como violenta se tragó el valor que Jero necesitaba para contarle la verdad de inmediato a Rédulo y pensó que lo mejor sería llevarle a la casa para demostrar delante de la pared que todo era un engaño. Tenía que hacérselo ver con sus propios ojos para sacarle de su terrorífico estado nervioso.
-Tranquilo, hay una forma de evitar la maldición de la casa.-Noooo –Rédulo no se avenía a razones- he visto con mis propios ojos como se ponía roja la pared. 27 de julio de 2010, me queda menos de una hora. –el estado de ansiedad le producía ahogo-. Lo noto. Me muero.-Te voy a demostrar cómo la maldición no se cumple. ¡Vamos!
Jero arrastró al amigo de la mano, que se movía como un pelele deshuesado. Había que ir rápido a la casa, pero ya no quería que los del bar se rieran del pobre Rédulo. Sería más rápido ir a la casa bordeando el pueblo por el lado contrario al de la casa de Ipodio.
Cuando Rédulo recobrara la cordura se iba a enfadar mucho con él, con toda la razón, y no quería testigos de los puñetazos que iba a tener que encajar como justa recompensa a su pesada broma.
Al llegar a la casa Rédulo se detuvo petrificado. Jero tuvo que agarrarle de ambas manos y tirar fuerte en cada paso para lograr que el aterrado amigo entrara en la casa y subiera las escaleras. Jero estaba extenuado de tanto tirar de su amigo, pero no podía permitirse el lujo de descansar.
El olor a huevos podridos no se había disipado todavía. Las puertas que quedaban de las habitaciones del piso superior habían sido arrancadas y destrozadas. Tampoco había ventanas, sólo los huecos vacíos dónde la noche anterior estaban las desvencijadas ventanas de madera.
En un último empujón, Jero hizo entrar a Rédulo en la habitación que le había sentenciado a muerte la noche anterior. Todavía se podía ver el fatídico 27-7-2010 adornando la pared, por encima de las letras que el propio Jero había pintado torpemente la noche anterior.
-Te voy a demostrar que lo que dice esa pared no sirve para nada –dijo Jero jadeando por todo el esfuerzo-.
Rédulo no parecía reaccionar, apenas seguía con la mirada a Jero que se movía enérgicamente raspando la pared con un pedazo de madera del suelo hasta borrar cualquier vestigio de la fecha maldita.
-¿Ves? La pared ya no pone nada.
-Da igual, sé que voy a morir. He visto como la casa se venía abajo conmigo dentro. Da igual lo que hagas –replicó Rédulo con voz monocorde-. Las letras –balbuceaba- Ahí pone “sin”, eso es pecado en inglés ¿no lo ves?
La desesperación se estaba apoderando de Jero
-Lo raro es que la casa no se haya caído hace diez años –dio un empujón a Rédulo para apartarlo y agarró el cubo de agua que la noche anterior olvidó-. Voy a hacer la prueba conmigo para que veas que toda esta historia es un timo –escupió en el cubo y lo lanzó contra la pared mojándola casi por completo-.
La pared quedó empapada por completo. Pasaron unos segundos en los que incluso el propio Jero tuvo miedo de que apareciera una fecha en esa pared.
-¿Qué? ¿Hay alguna fecha? –comenzó a gritar exultante Jero- ¿Ves como no pasa nada? ¿Y cómo lo sé? Lo sé porque toda esta historia me la he inventado yo. ¡Así que no te vas a morir tonto del culo!
-No hay fecha –Rédulo seguía sin volver a la realidad, a pesar de los esfuerzos de Jero- Eso es porque vas a morir dentro de poco. Vas a morir igual que yo. –el hombre estaba totalmente histérico,  sin duda él ya estaba en otro mundo- Tenías razón la Casa Maldita sabe cuándo te vas a morir.
En su locura Rédulo se abalanzó sobre Jero, agarrándolo de los hombres, agitándolo desesperadamente, mientras farfullaba ininteligiblemente a modo de mantra "mos orir, mos orir, mos orir"
-¡Para! ¡Todo me lo inventé yo! ¡No vas a morir! ¡Es mentira! –Jero intentaba zafarse de su amigo sin éxito. Hasta que consiguió darle un potente puñetazo en el estómago que le cortó la respiración y las fuerzas con las que le agarraba.
Rédulo le miró encogido por el repentino golpe con los ojos como platos. Jero pensó que una buena bofetada podría sacarle del estado de histeria a su amigo. Sin darle opción le cruzó la cara. El sonido del bofetón se superpuso al grito de deseo de Jero “¡Despierta!”
El rostro de Rédulo recobró la cordura al tiempo que trastabillaba hacia atrás, tropezando con una botella de whisky JB que le hizo perder el equilibrio. Instintivamente agitó los brazos intentándose apoyar en la puertaventana que daba al balcón, pero ya no había ni madera que le sujetara, ni barandilla de forja que le detuviera en su precipitada caída hacia el jardín de la Casa Maldita. Jero no había conseguido sujetarle en su esperpéntico caminar hacia atrás, sólo pudo asomarse al inestable balcón para comprobar como la nuca de su amigo teñía de rojo el brocal del pozo.
La histeria parecía ser contagiosa aquella noche y ahora era Jero el que huía despavorido. Su amigo había muerto por su culpa. Esa certeza le consumía. No sabía qué hacer, sólo quería correr, perder de vista aquella Casa Maldita para siempre.
Cuando se quiso dar cuenta iba a toda carrera por el jardín, hacia el río, las sienes le iban a reventar por la potencia de los latidos. Al atravesar el muro sintió un fuerte golpe en le pecho que le derribó.
Rodó ladera abajo agarrado a otro cuerpo. No entendía nada. Cuando se detuvieron pudo ver que Sindi le había placado con su habitual rudeza.
-¿A dónde vas con tanta prisa zagal? –Sindi masticaba las palabras con satisfacción- He visto como empujabas al iluminado por el balcón. Ya tenía yo ganas de pillarte en un renuncio pipiolo
Jero no daba crédito a lo que estaba pasando. Parecía que le hubiera atropellado una furgoneta parlante. Toda aquella situación era surrealista. 
-No te muevas de ahí, listillo–continuó Sindi-, que ahora estoy ajustando cuentas con la casita de las narices. ¿Así que esta casa va decir al hijo de mi madre cuándo va a morir?
Sindi, subió la ladera hasta llegar al paredón de enormes piedras que rodeaba la mansión, seguido por Jero que todavía sin respiración quería saber qué es lo que se traía entre manos aquel mastuerzo.
-Ya sé que no tenía que haber venido a mojar la pared como los niñatos –Sindi parecía hablar con la casa-, pero tú tampoco tenías que haberme condenado a muerte.
-¿Tú también –le interpeló Jero, alcanzándole en el muro, sin resuello- querías saber cuando ibas a morir?
-Tenía curiosidad, lo oí todo –riéndose- no querías que yo supiera el misterio, ¿eh, listillo? Me supo mal que la casa sólo me diera un día más de vida, así que la emprendí a golpes con las puertas. Luego me acordé de que me sería mucho más fácil dinamitarla.
Con todo lo que había pasado hasta el momento Jero no había reparado en los cables que iban desde la casa hasta el muro. Era evidente que Sindi había usado todo el material del que disponía en la cantera para hacer saltar por los aires la mansión.
-Un momento –dijo Jero-, ¿tú también te has creído esa patraña? Es increíble. Me lo inventé yo. Hice una pintada con un producto en la pared para que apareciera en rojo el 27 de julio al mojarlo…en la segunda habitación de la derecha, dónde olía a huevos podridos…-La situación le había desbordado por completo, su macabra broma había pasado a ser una pesadilla palpable.
Sindi ya tenía el detonador en la mano. Estaba claro que esa noche nadie iba a hacer caso a las palabras del fracasado bromista.
-¿Ves como no tienes ni idea? A ver si te crees que yo me iba a meter donde olía tan mal –Sindi se explicaba ufano, era de las pocas veces que se había sentido centro de atención de algo-. Yo entré en la habitación del fondo y a mi me aparecieron unas letras negras en las que ponía XVIII-VII-M MX. Me llevó un buen rato descifrarlo. Pero antes de que la maldita casa acabe conmigo, acabaré yo con ella.
Sin dar opción a que el estupefacto Jero pudiera argumentar nada, Sindi accionó el detonador. La explosión fue brutal. Decenas de kilos de explosivos repartidos por toda la casa hicieron que no quedara en pie ni una sola de las enormes piedras que habían conseguido que permaneciera durante más de un siglo en pie. Enormes piedras volaron por encima de sus cabezas cayendo en el río. El inestable muro que bordeaba la casa cayó por acción de la onda expansiva y el empuje de cientos de kilos de piedra lanzados por la explosión.
Cuando el humo de la pólvora y del derrumbe la Casa Maldita se disiparon, se podía ver a Jero y Sindi aplastados por el muro que debía haberles protegido de la explosión. Inertes boca arriba sus ojos ya no podían ver como una alocada bandada de pájaros oscurecía la luz de la luna, mientras la Sinfonía del Nuevo Mundo llevaba unos minutos anunciando el 28 de Julio.
FIN

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