Revista Literatura

“la castanyada”

Publicado el 31 octubre 2011 por Mbbp

“LA CASTANYADA”

Me perdonarás si hoy hablo de la muerte… pero amo la vida y forma parte de ella! En contra de lo que me enseñaron de niño, siempre he pensado que los seres queridos permanecen siempre con nosotros, durante toda nuestra vida. No es su Alma la que nos abandona con su muerte, sino su cuerpo! Creo firmemente que su Alma permanece aquí, con cada una de las personas que formaron parte de su vida! Cada persona que pasa por nuestra vida nos deja una lección para aprender! Unas, aparecen durante un rato o una temporada y nos enseñan y aportan algo que debemos saber! Otras, en cambio, permanecen para siempre, incluso cuando ya no están presentes en nuestro mundo!

Estar siempre presente en la vida de alguien a quien queremos, aún en nuestra ausencia, es un privilegio que pocos tenemos… se ha de llegar a su corazón! ¿Cuántas personas, aún estando presentes en nuestro día a día, las sentimos ausentes de lo más importante que nos sucede o sentimos? La presencia o ausencia son percepciones personales y diferentes de la misma realidad! Cuando vivimos la vida desde dentro, poco importa la presencia o ausencia de alguien querido, pues lo sentimos siempre con nosotros, esté o no en nuestra misma vida real! Pero no me refiero a imagenes de la mente o recuerdos, sino a las emociones que, aún en su ausencia, generan en nuestro corazón! La presencia nunca puede ser fruto de la memoria o de una elucubración mental!

¿Es la muerte una ausencia? Pensar que la muerte es una ausencia, sería negar la realidad de la vida, porque la muerte es una presencia! La muerte está presente cada día ante nuestros ojos, en cada instante que vivimos… aunque sea para recordarnos que la vida es un regalo que vale la pena vivir! Cada vez que vivimos sin sentir lo que sentimos, la muerte está con nosotros; cada vez que nos negamos a aceptar la realidad, la muerte nos acompaña en esta misma vida; cada vez que tememos vivir, la muerte nos invita a adentrarnos en ella, creyendo que así evitaremos la realidad de lo que vivimos y así sufrir! La muerte, nos guste o no, justa o injusta, siempre está a nuestro alrededor! Y vivir lo que vivimos no es más que prepararnos bien para morir… mejor!

Mi primer contacto directo con la muerte fue a mis 19 años, cuando falleció la que entonces era mi mejor amiga! Eso me ayudó a despertar a la vida, ese don que siempre antes había considerado algo gratuíto y un derecho propio! Como siempre, entonces dudé entre la pena que debería sentir ante su presunta pérdida y la presencia permanente que desde entonces sentí ante su ausencia… hasta nuestros días! Es difícil de explicar, pero siempre me he sentido observado por ella, me acompaña en cada uno de los pasos que he dado y doy en mi vida! Supongo que el amor que entonces sentí era suficientemente fuerte y verdadero como para no sentir su ausencia! Quizás entonces es cuando aprendí a amar de verdad, sin importarme el tiempo ni la presencia! Desde entonces, entiendo y acepto la muerte como una invitación a vivir plenamente y a amar… de verdad!

En mi vida, como en la de cualquiera, han habido desde entonces muchos otros fallecimientos sentidos y dolidos. Mi padre, mi madre, mi abuela… y todas esas personas anónimas que cada día mueren a nuestro alrededor! Cada uno de ellos se quedó en mi corazón como lo que fue mi vida con cada una de esas personas que conformaron parte de mi historia, aportándome alguna lección! Quien no significó algo importante para mí, su muerte me hizo sentir simple indiferencia; quien despertó en mí amor, su muerte me invitó a vivir siempre el amor a la vida y a agradecerle su lección! Como todo en esta vida nuestra, tanto la vida como la muerte tienen su sentido propio! Porque la muerte no es sino una invitación a vivir la vida y a compartirla con quienes, estén aquí o no, desean y merecen estar para siempre en nuestro corazón!

¿Morir por amor? Lo que más amo en esta vida es la vida misma y todas esas personas que me recuerdan a cada instante que vale la pena vivirla, estén o no aquí, conmigo! No le temo a la vida ni a la muerte, pero sí estoy dispuesto a regalar mi vida y mi muerte por verdadero amor! ¿Para qué vivir esta vida sin amor, pudiendo morir para demostrar, si fuera necesario, así mi amor? Aunque sé que el amor es algo para vivirlo cada día, no un motivo más para morir! ¿La verdad? Por ahora prefiero regalarte mi vida entera, con todo lo que siento y soy… y compartirla con amor! ¿Por qué el ser humano debe perder algo para darse cuenta de su existencia y de su importancia en nuestra vida? ¿Por qué la muerte muchas veces es el detonante para despertar a la vida? Sinceramente, hoy prefiero vivir una vida con amor, porque entonces sé bien que mi muerte será también con y por amor! Solo le pido a la vida una muerte digna, tal y como desearía vivir y morir! La muerte nos da siempre una vida de ventaja! Tal como la vivimos, moriremos!

Hoy aún no sé si iré de “castanyada“, pero sí sé dónde estará mi corazón, seguramente muy lejos de donde me halle yo! Celebrando mi vida mágica con las personas queridas -fallecidas o solo aparentemente ausentes- que comparten mi vida… y mi corazón! Recuerda que los gatos tenemos 7 vidas y, por tanto, 7 muertes que celebrar! Feliz “castañada“, estés donde estés, pero sintiéndote siempre cerca de mi… pero te sugiero no esperes a mis 7 vidas para sentirlo así!!!

Te traigo un texto en el que se explica el posible orígen de la “castanyada” que celebramos esta noche!

En Catalunya, la noche del 31 de octubre, es decir esta misma noche, se celebra la noche de todos los santos con la “castañada”. En la Edad Media y para recordar a todos vecinos la necesidad de rezar por los difuntos, durante la noche de todos los santos se tocaban las campanas de todas las parroquias y conventos, de tal suerte que el campanero necesitaba de un gran aporte de energía para recuperarse del esfuerzo. Al ser la castaña el fruto mas abundante del otoño, se recuperaban del cansancio con castañas y pequeños tragos de vino blanco, para hacerlas más pasaderas. Como el número de campanarios era muy elevado en aquellos tiempos y al campanero se iban añadiendo las personas y familiares más allegados, en un afán de querer compartir con él sus penas y también sus gozos, finalmente todos acababan comiendo castañas y bebiendo vino. Mas adelante, en los pueblos, por la tarde todos los hombres se dedicaban a recoger castañas, boniatos y leña, las mujeres hacian pastelitos parecidos a los actuales “panellets” (unos pastelitos hechos a base de almendra molida y azucarada) y al llegar la noche se reunían todos alrededor del fuego comiéndose las castañas y los boniatos asados a la leña y los pastelitos que habían traído las mujeres y así celebraban el final de la recolecta y rezaban por los difuntos. También existía la tradición de que los niños tenían que dejar castañas escondidas en algún rincón de la casa para que, por la noche, las almas de los que faltaban vinieran a recogerlas y se las cambiaran por “panellets” o membrillo (dependiendo de la zona). A finales del siglo XVIII la costumbre se había extendido de tal manera que la castaña pasa a ser un elemento de comercio y entonces hace su aparición la figura de las castañeras, mujeres que asan las castañas al fuego y las venden en puestos callejeros.

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