Revista Talentos
La Catedral
Publicado el 11 diciembre 2011 por AlexpeigQuerer andar un camino cuya definición es difusa, pretender escribir sobre ello y confiar en la paciencia de mis posibles lectores. Esa es nuestra encrucijada, la de la elevación sobre un salto desde el vacío. Volar con el viento que no sabes de donde procede, ni su origen ontológico. Sólo sabes que te sostiene, te llena, te ama y hace que el amor consiga vencer al distanciamiento de las cosas. ¿Es esto llenarse con nada?. ¿Apelar a la nada?. Me viene al recuerdo un texto que me fascinó cuando lo leí por primera vez a los diecisiete años. Recuerdo frases sueltas. "Si te llenas con apenas nada y te tienes para todo...", "si donde mejor estás es en soledad junto a tu conciencia...", "si tu conciencia es tu mejor amiga...", "...entonces no necesitarás que digan de ti ni la fama, ni el progreso, ni el reconocimiento público...". Y ello porque, concluía el texto, ya habrías entrado en el Reino del Cielo. Es la misma enseñanza que aparece codificada en la literatura evangélica, la cual nos remite a la introversión (confundida demasiado a menudo con la timidez). En nuestra sociedad la introversión tiene mala prensa. A los introvertidos se les considera seres enfermos, asociales. Y, sin embargo, la mayor fuerza de la existencia, todo lo que un ser humano necesita para vivir está en su conciencia, en un proceso de construcción y diálogo desde dentro hacia afuera. Con esto no quiero decir que los extrovertidos (gente a la que admiro y dotada con habilidades que yo envidio) sean personas débiles o inútiles, puesto que el objetivo consiste en edificar un Ser que encuentre su óptima realización en las distintas facetas de una vida. Pero, en cualquier caso, el fundamento está en la introversión, con lo cual la extraversión, sin la edificación de ese Reino interior, es pura inercia y fingimiento. Es la acción de los autómatas que constituyen el 99'9% de la sociedad. Para referirse a la construcción del SENTIDO generador de esa misteriosa fuerza , los evangelistas canónicos utilizaron figuras como "Reino de Dios", "Reino de los Cielos", "la buena semilla", etc. Pero para referirse al lugar de donde emana dicha "energía" (es decir, la fuente de todo cuanto existe, y en la cual, al morir, volvemos a reintegrarnos), utilizan el término "Padre", estableciendo una relación de continuidad entre la facultad generadora de la conciencia humana y el universo entero. Esa relación de continuidad implica simpatía y concordancia.
Nuestro entorno social, las modas, los ruidos, los diseños posmodernos, el espíritu utilitarista que todo lo inspira, el exceso de comida y de bebida, exceso de variedad, de objetos materiales, de compromisos sociales efectuados por simple formalidad. Un corpus perfectamente orquestado con el fin de entorpecer la construcción interior, la cual requiere de largos silencios, austeridad material y claridad en los afectos y en las percepciones. Estamos saturados de estímulos vacuos y ha llegado la hora de decir basta. Que la gente tenga la oportunidad de bajarse del tren de la vida minúscula. Y sí, yo soy una persona religiosa. Hace un tiempo leí un buen análisis sobre la corriente de pensamiento conspiranoico. Decía su autor, ateo y laicista, en desprecio hacia el pensamiento religioso, y con toda la razón del mundo, que existe una estrecha relación entre la religiosidad y la teoría de la Conspiración en cualquiera de sus formas. Y es que es inevitable admitirlo cuando las convicciones chocan brutalmente contra la realidad social del día a día. Sales a dar un paseo por la ciudad, te invade el ruido y la corriente de gestos en grupo. Ves a esos chavales quinceañeros cuyo imaginario y aspiraciones se reducen a la música de un teléfono móvil. Ves a las mujeres vestidas de forma provocativa, ves incluso a niñas de entre cinco y nueve años vistiendo prendas de evidentes connotaciones eróticas, rostros de dulzura convertidos en pedazos de carne listos para consumir y tirar. A el sexo, rito y órgano celestial para quienes han dominado a la Bestia, lo han convertido en un desfogue egoísta de hombres insensibles que van a la caza de chicas monas. Y te preguntas, ¿qué tipo de Ingeniería ha creado este descomunal desastre colectivo que al mismo tiempo parece lógico y hasta deseable?. Un diseño perfecto, y por ello serán pocos los valientes que alzarán su voz escandalizada para denunciar la normalidad que nos rodea. Finalmente, las Iglesias son casi el único espacio urbano donde poder respirar con otra clase de oxígeno, asfixiado por el ambiente de las calles. Allí dentro, entre muros de sillar y arcos apuntados, se conservan, vagamente, las señales que encienden una intuición filosófica que responde a la vacuidad del mundo posmoderno. Presentimientos que me hablan de un orden sagrado y difuso. Pletórico de espíritu. Me sucede a menudo en el interior de la Colegiata de Santa María, la pequeña catedral de Gandia. Me sitúo frente al ábside poligonal, durante las primeras horas matutinas, el Sol sale por el este y su luz atraviesa las formas de la vidriera donde está representada la santa con la mirada hacia el Cielo, los brazos y palmas en posición de orar, justo en el centro del ábside que siempre mira hacia el este. A medida que la luz solar va creciendo, la imagen de la vidriera se torna más viva e hipnótica. Para los idólatras, esta sólo es un avatar al que poder acogerse, dedicarle un rezo y esperar algo a cambio, pedir deseos o aplacar desgracias. Se vuelven dependientes de ella. En cambio, para quienes conozcan el arte de la imaginación como vehículo hacia otros patrones de conciencia (el Reino de los Cielos) distintos al mecanismo materialista que rige nuestras vidas la vidriera de Santa María podría ser la inspiración que alimenta el vuelo espiritual hacia el Reino. En la esfera de lo social, la pureza y ternura representadas desde siempre en el icono de la virgen María sería el eje de las relaciones afectivas. De inicio es un fenómeno estético. La catedral, como obra de arte que es, modifica mi conciencia, y cuando salgo de nuevo a la calle cruzando el pórtico hacia la zona de bares y comercios que jalonan la Calle Mayor, mi percepción de cuanto me rodea ha cambiado. Más tranquilo y relajado, lleno de fuerzas y optimismo. Pero lograr eso es una insignificancia. Un primer peldaño de la escalera hacia lo alto. La expansión requiere otro nivel de comprensión más profundo. Hacer que toda la ciudad sea una catedral. Hacer que los modos de relación entre las personas de la calle y en el hogar correspondan a la sacralidad sugerida en el microcosmos de la Colegiata. Y el Universo entero sería un fenómeno estético, construyendo vínculos también con el Sol, la Luna y las estrellas. Nada de esto he conocido, pero debía escribir sobre ello y enviar señales. Sé que hay gente metida en la Gran Búsqueda, y tal vez, en una de esas casualidades del destino, a alguien en alguna parte le sirva de referencia. Buscad y hallaréis, dice el evangelista. Pero la empresa se vuelve grandiosa cuando logras permanecer en la búsqueda, sin rendición, independientemente de si en realidad estamos persiguiendo quimeras.