Revista Talentos
La chica de la ironía detrás
Publicado el 26 octubre 2015 por Pablogiordano¿Por qué leer el libro de Mayra Sánchez, inscripto en la tradición del testimonio autobiográfico de trauma, que siempre vende y suele ser bien recibido en los públicos sensibleros de autoayuda? Respuesta: porque entre otras cosas, tiene un comienzo demoledor. La yegua Mayra, la flaca de asombroso culo, delicia de los barrios y las oficinas, recibe la noticia: tiene cáncer de colon con diagnóstico reservado. La muerte se burla de ella con ironía, pero no espera el cinismo hilarante de una mujer que en pocas páginas no solo atrapa y hace reir, sino que deja en evidencia patética los mecanismos de diagnóstico, medición, y tratamiento de enfermedades. La precariedad de una ciencia que sabe mucho, pero sigue operando con rudimentos. El cuerpo sufre un cimbronazo de sentido como símbolo de la condición humana, visionada desnuda en la camilla metálica en la que la autora rota sin saber bien para qué. Mayra Sánchez (Córdoba, 1972) es titular de Ética de la Facultad de Ciencias Económicas de la Universidad de Concepción del Uruguay. Desde 1996 trabaja como consultora en programas de cooperación internacional en políticas públicas vinculadas al empleo, la salud y la educación. Publicó varios libros científicos relacionados, y algunas ficciones breves en revistas. A los 35 años le informaron de un adeno carcinoma semidiferenciado invasor, en el recto. Después de una larga lucha retratada en el libro, logró la remisión completa y no duda en presentarse en la solapa como excancerosa. Como bien señala Cristina Wargon en la contratapa parafraseando a Woody Allen, el humor es tragedia más tiempo. Pero aquí parece que no hubiera tragedia, sino un melodrama constante cabalgado por una mujer fuerte y malhablada, hilarante, brutal y escatológica, salpicando de momentos cotidianos (que creemos inexistentes ante la posibilidad de muerte), indicando que la vida diaria continúa con sus dificultades, como si no fuese poco lidiar con un cáncer. La novela contiene párrafos de valor dramático genuino que pueden llevar al lector al llanto, la angustia, la lástima; sin los muy recurrentes -en este tipo de libros- golpes bajos. Nos encontraremos a las risotadas, de las saludables, pero también aquellas nerviosas del miedo, la que surge al encontrarnos en un mundo donde las reglas parecen haber sido redactadas para un juego de mesa, como cuando en la escena de quimioterapia la autora está canalizada y a punto de comenzar a recibir los tóxicos y una administrativa irrumpe corriendo en la sala para detener el proceso por problemas con la mutual. Llegando al final tomamos conciencia de estar acompañando a la narradora en un proceso de desensibilización, algo que ocurre cuando las terapias se prolongan y complican, terminando por padecer en el intrincado, burocrático, injusto, absurdo y estrambótico mundo del cáncer aún después de una remisión por lo menos física. La mental y social, habrá que reconstruirla también. La santísima trinidad de la salud -que presupone un bienestar general de estos campos, declarada por la Organización Mundial de la Salud como un recurso para llevar una vida individual, social y económicamente productiva-, se reduce a humildes estatuillas vacilantes en el estante retórico de Puto Cáncer, una crónica que pone a la literatura a trabajar para testimoniar el infierno.
2013