Yo me fije en la chica, era difícil no fijarse en ella, sabía que algo le pasaba, pero yo no me atrevía a preguntarle nada, dentro de mí tenía muchas ganas de ayudarla, pero no sabía si sería capaz de hacerlo.
Un día la chica, llego y se sentó, como cada mañana, parecía que las cosas fueran a peor, tenía una cara desencajada, no levantaba la mirada del suelo. Yo la mire, de repente me fije en que las lágrimas le resbalaban por las mejillas, me acerque a ella con un poco de temor, le ofrecí un pañuelo, y ella lo acepto dándome las gracias.
El autobús, llego a su hora, estaba abarrotado, por lo que nos sentamos en sitios muy separados. Cuando la chica llego a su parada, paso por delante de mí, y me dijo gracias y hasta mañana.
Yo estaba dispuesta ayudarla, ya que dentro de mi sabía que lo podía hacer, el día siguiente intentaría que me contase lo que le estaba pasando.