Revista Diario

La chica del cristal, la fragilidad de la distancia y los recuerdos

Publicado el 23 octubre 2021 por Benjamín Amoedo De La Grana
La chica del cristal, la fragilidad de la distancia y los recuerdos

Son las 5 y media de la mañana de una noche cualquiera, me encuentro sentado en un escritorio enorme enfrente de una cristalera todavía mas grande a escasos 60 metros del mar, noche cerrada, temperatura agradable y una luna llena inmensa en todo su esplendor iluminando la oscuridad, creando un camino claro y místico en la quietud del mar, cual pasillo místico y limpio de luz uniendo el cielo y el agua con delicadeza.

Ahí estaba yo ocupado con las pocas labores que pudiera tener a esas horas de la madrugada cuando de repente escuché un golpe en el cristal, seguido de otro golpe. Ahí estabas tu, apoyando ambas manos y pegando tus labios al cristal con una inmensa sonrisa, yo aturdido no supe que hacer, me quede embobado, me saludaste y te reíste con mas fuerza todavía mientras me hacías gestos alegres con las manos, creí reconocerte, seguía confundido, me puse de pie y camine hacia la puerta, en cuanto lo hice tu corriste hacia la cristalera de al lado alejándote de la puerta, viendo este gesto creí haberte confundido con otra persona así que me volví a sentar ¿pero eras tu verdad? ¿esos ojos y esa sonrisa solo podían ser los tuyos? Jamás te confundiría con otra persona, fuera, mas allá de la luna no se veía demasiado, intuía esa luz de tu mirada, pero no podías ser tu ¿Cómo ibas a ser tu? ¿Aquí? a estas horas y separándonos tan solo un cristal Existía en ti esa alegría nerviosa, esos gestos acelerados, esa confianza y al mismo tiempo timidez, ese volcán histérico e incontrolable de emociones que te hacen temblar cuando estas contenta, algo que no se ve, pero se siente cuando te abrazan.

Me volví a sentar y volviste a golpear el cristal con firmeza y la mas amplia de las sonrisas (y se lo que estáis pensando, NO ESTABA DORMIDO), a decir verdad ni si quiera preste atención a que llevabas puesto, estaba demasiado ocupado fijándome en tus gestos y en tu cara, no quería perderme ningún detalle de todos esos gestos, risas y juegos. Le diste un beso al cristal, tus labios se marcaron en el mismo de una forma tierna y perfecta, tu misma te sorprendiste al ver el resultado y te reíste todavía con mas ganas, me levante y de nuevo saliste corriendo hacia la cristalera de la oficina de al lado, esta vez al verte desaparecer en lugar de volverme a sentar salí a la calle, en verdad la noche era cerrada pero extremadamente cálida para las altas horas de la madrugada, época coronavirus, 5 de la mañana, noche cerrada, una esplendida y radiante luna en el cielo iluminando con la fuerza de mil luces acompañada de centenares de estrellas en el manto perfecto de la noche, ni un solo coche, ni una sola alma, ni el mas mínimo ruido, únicamente las bisagras de aquella pesada puerta sonando con el abrir y cerrar tras mis pasos, nada mas, silencio, oscuridad, soledad y yo… que ironía, la vida misma en una escena fugaz de mi vida, felicidad absoluta y soledad total.

Aun así allí estabas acompañando mi soledad e iluminando mi oscuridad, a escasos pasos delante de la cristalera, alegre, divertida, sonriente, eufórica, viva… me acerque, ya lo sabia, en verdad no lo dude ni un instante… no eras tu, un día mas al no verte a ti trate de verte en otra, pero de nada servia jugar con mis emociones pues no eras tu, deseaba con todas mis fuerzas que fueras tu jugando tras ese cristal, haciéndome rabiar con tu felicidad descontrolada, pero no eras tu, una charla amena con esa desconocida no arreglo nada pues yo a no hacia nada que no fuera pensar en ti.

Después de hablar un rato sin mas con aquella simpática, extrovertida y peculiar chica volvía al “trabajo” recordando que nada ni nadie es tan extraordinario como tu, que las similitudes no dejan de ser odiosas por que me hacen pensar con mas fuerza en ti y como trasformas lo mas normal y ordinario en extraordinario. Luego te lo conté y me dijiste que algún día lo harías y me darías una sorpresa de verdad, pero que ahora no iba a tener gracia por que ya conocía la sorpresa, a mi me da absolutamente igual, por que cualquier instante contigo por predecible y esperado que parezca es la mayor y mas mágica de las sorpresas.


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