Revista Talentos

La ciencia en la calle: retos de la divulgación científica

Publicado el 14 abril 2015 por Cerebros En Toneles
  Desde la mítica serie de Carl Sagan han sucedido muchas cosas en el ámbito de la divulgación científica, tantas, que hasta los términos han cambiado. La expresión “divulgación científica” ha sido sustituida por una más amplia: “comunicación científica”. Detrás de cada palabra hay un mundo, un universo. En este caso, el cambio terminológico implica un nuevo acercamiento a la actividad científica real.
   La comunicación científica abarca un conjunto de prácticas muy diferentes dentro del sistema tecnocientífico. La divulgación en los medios es sólo una de ellas. Las instituciones científicas, públicas o privadas, tienen que diseñar estrategias para que el conocimiento circule, se transfiera. Los equipos de investigación redactan informes y artículos para dar a conocer sus proyectos y sus resultados. El investigador comunica sus trabajos a otros investigadores o a los directivos de la institución para la que trabaja. Estos procesos de comunicación hoy sabemos que son esenciales porque los científicos trabajan en redes o en instituciones complejas. La planificación de la investigación, su financiación y su ejecución dependen de esa transferencia de conocimientos.

LA CIENCIA EN LA CALLE: RETOS DE LA DIVULGACIÓN CIENTÍFICA

Miguel Parra

   Lo que se hace en los laboratorios luego se concreta en teorías, leyes, técnicas… La producción de un equipo se mide por sus publicaciones en revistas científicas. El prestigio académico de un proyecto depende, en gran parte, del impacto de las publicaciones que genera en revistas especializadas. Tanto a nivel individual como colectivo, saber comunicar las investigaciones es hoy imprescindible.   Las teorías consolidadas pasan a formar parte de los libros de texto, herramientas todavía básicas para difundir los cimientos del paradigma vigente. En los diferentes niveles del sistema educativo los profesores transmiten conceptos, leyes, procesos y valores. A algunos no les gusta escuchar que los profesores somos divulgadores científicos, sea de las ciencias de la naturaleza o de las ciencias humanas. Los términos “cultura científica” y “comunicador” tienen más éxito.   La divulgación se suele identificar con las revistas, periódicos, programas de radio y televisión, y ahora blogs, páginas web, redes sociales, etc. Los periodistas especializados en ciencia y tecnología, muchos de ellos con formación científica, escriben artículos con un vocabulario accesible a todo el mundo y exponen lo que se está investigando en física, biología, neurología,…     Pero hay más formas de comunicar la ciencia, formas que den más protagonismo al que aprende. Hay dos modelos básicos de entender la divulgación. En el clásico, se piensa que los ciudadanos son meros receptáculos vacíos, con una carencia que hay que subsanar. El espectador o el lector, según esta idea, es un ser pasivo que debe limitarse a asimilar lo que los expertos le transmiten. Sin embargo, hace tiempo que este modelo ha sido sustituido por el modelo participativo.    Las ferias de la ciencia, por ejemplo, dan mucha importancia a la participación del alumnado en todas las dimensiones de las prácticas científicas. Los alumnos proyectan una experiencia creativa. Intervienen en todas las fases del proyecto. Investigan qué repercusión social tiene el problema que van a tratar, qué teorías científicas son relevantes, qué técnicas de trabajo se utilizan, qué materiales son necesarios… Ya no se trata de saber lo que hacen los científicos, de comprenderlo teóricamente, ahora se trata de acercarse a las prácticas reales de las ciencias.         En el sistema tecnocientífico están conectados varios subsistemas, el productivo, el político, el educativo,… La comunicación  científica, la divulgación, tiene hoy una función social y política. En una sociedad democrática, que debería ser participativa, los ciudadanos tienen que ser conscientes de la importancia de los proyectos de I+D+i para nuestro futuro y nuestro modelo de vida. Los diseños de esos planes no pueden realizarse al margen de los ciudadanos. Aunque es evidente que los expertos representan un papel relevante, hay decisiones que exceden su competencia científica. Los ciudadanos debemos debatir sobre las necesidades básicas y el modelo de bienestar que deseamos. Para lograrlo hace falta que el ciudadano adquiera una cultura científica sólida y amplia. Pero también hace falta que existan mecanismos de participación reales. Si la comunicación científica se reduce a un espectáculo de masas, puede convertirse en un simple acto de propaganda.     
http://www.diariodejerez.es/article/jerez/2006292/la/ciencia/la/calle/retos/la/divulgacion/cientifica.html

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