Salimos a media mañana, era un viaje programado con varías compañeras del trabajo.
Unos meses antes decidimos viajar a esta peculiar ciudad incluida en la lista del Patrimonio Mundial de la UNESCO desde 1992 como Capital Europea de la Cultura.La compañía checa nos ofrecía unos precios muy interesantes.La salida se pospuso hasta un miércoles a las 13:00 horas, no había demasiada gente en el aeropuerto y sin problemas embarcamos en nuestro vuelo.Una corta hora de viaje muy agradable, durante el cual revisamos nuestras anotaciones, disponíamos de poco tiempo para ver tanto.Ya en vuelo, mis ojos asombrados no podían dejar de mirar tan maravilloso accidente de la naturaleza, “Los Alpes” corría el mes de Febrero y la nieve lo cubría todo.Apenas permanecimos medía hora en el aeropuerto Internacional “Ruzyne” de Praga, pasamos los controles, nos sellaron los pasaportes y rápidamente nos dirigimos a la salida. Estaban a punto de entrar en la Unión Europea, no sé si aquello realmente influía en la buena organización que existía.El autobús nos esperaba, la típica visita panorámica y toda una gran ciudad para nosotras solas, nos dejamos sorprender por la belleza de sus rincones insólitos, llenos de magia.
Nos encontrábamos en la Ciudad Dorada, cinco antiguas ciudades bañadas por el río “Moldava”.
La noche llegó y el centro de la ciudad donde se situaba nuestro hotel lleno de encanto “Leonardo” (situado en Karoliny Svetle, 27). Cómodo, elegante y afable, se torno un cuento de hadas, iluminado por cientos de luces: la plaza con gran parte de “Las cien torres”, las agujas de las iglesias.Decidimos comenzar bien la mañana, con energía, una coqueta cafetería en la Calle París (centro del Praga elegante y lujoso) cerca del hotel nos esperaba.
Sus paredes llenas de cuadros con coches, vestidos, cantantes de antaño. Nuestra sonrisa estuvo a punto de borrarse cuando la paciencia se nos iba acabando en la larga espera para que una camarera nos atendiera. Desayunamos tarde, poco, mal y caro.
En nuestras manos el plano de la ciudad, la cámara dispuesta para un rally fotográfico. Empezamos a andar, queríamos impregnarnos de todo.
Nosotras decidimos cruzar el Puente de Carlos
IV, con 500 metros de largo y 10 de ancho, utilizado como paso de carruajes con 4 carriles paralelos, y que actualmente es peatonal, comunicando la Ciudad Vieja con MaláStrana, junto al Castillo de Praga. No nos arrepentimos lo más mínimo, 30 estatuas se sitúan a los dos lados, entre ellas la de San Juan Nepomuceno quién fue lanzado al río por orden de Wenceslao IV en 1393.Pequeños puestos de artistas como avanzadilla a la Torre Pólvora que acabó siendo un laboratorio de alquimistas.En la biblioteca del Monasterio de Strahov se guardan libros hechos de madera de árboles autóctonos. Lugar misterioso en cuyo restaurante podemos disfrutar de una calma y quietud sin igual por unos 20€.
Y sin saber como nos encontramos en el Callejón del Nuevo Mundo, un conjunto de casas medievales ancladas en el tiempo.
Después en el siglo XIX fueron habitadas por mendigos y delincuentes, pasando a principios del XX a ser tiendas de marionetas, cristal y otras cosas típicas.
Como curiosidad en la casa nº 22 vivió entre 1916 y 1917 Franz Kafka.
Nada tiene que envidiar la Ciudad de las Cien Torres a la Vía Bagutti romana o la Old Bond Street londinense, el ambiente que se respira es tan exquisito y exclusivo en la Calle París o en Na Prikopé.
Si eres un amante de la música y no te preocupa el dinero ( unos 200€) no olvides reservar al menos dos horas, al atardecer para subir a los tejados del hotel Aria situado en la calle Trziste, es una experiencia totalmente inolvidable.
En la zona de Kampa en la rivera del Moldava, encontraras modernos y sofisticados restaurantes como Kampa Park o cervecerías tradicionales como Vojanuv Dvur.Para cenar las típicas salchichas por 1 €, nos acercamos a la Plaza Wenceslao, el corazón de la ciudad nueva “Nove Mesto”, donde encontramos el Museo Nacional que puedes visitar por 3€, nuestro limitado tiempo nos obligó a desechar la idea, nos hicimos la foto típica de grupo bajo la estatua ecuestre de San Wenceslao.
Al atardecer después de cambiarnos fuimos a probar la cerveza negra a la Cervecería más antigua de Praga.
El bullicio que no encontramos en las calles desiertas, lo vimos allí. Nos invitaron a unos
vasitos de un licor riquísimo, que junto con la cerveza, era un cóctel explosivo. Deleitaban el momento músicos con sus acordeones y violines, agradecimos las canciones populares españolas y les acompañamos con nuestros canturreosA la mañana siguiente, muy temprano sin tomar café, nos dirigimos al rastro de Rijna Nam. Allí compramos magnéticos para la nevera con paisajes de la ciudad. Nos asombraron las tallas en estaño de la Catedral. Y no pude vencer la tentación de traerme una marioneta de Pinocho que me costo 12€.Unas lindas tallas de cristal con el Reloj Astronómico, una flor a todo detalle y la bailarina fueron los regalos elegidos como recuerdos de esta mágica ciudad.Agotando las últimas horas de nuestra corta estancia, nos encaminamos a la Plaza de la Ciudad Vieja, donde se encuentra el Ayuntamiento y en el mismo edificio, el Reloj Astronómico también de origen medieval.Este peculiar reloj consta de tres partes: En la esfera inferior se representan los meses del año (4 pequeñas esculturas “un filósofo, un ángel, un astrónomo y un orador) y los signos del zodiaco. En el centro, el Escudo de Armas de la Ciudad Vieja.
La esfera superior representa las órbitas del Sol y de la Luna. Lo más atractivo para todos los turistas es el desfile de los doce apóstoles que tiene lugar cada vez que el reloj marca las horas, comienza el desfile con un esqueleto “la Muerte” que tirando de la cuerda, da paso al resto. Además hay cuatro figuras adicionales: el Turco, la Avaricia y la Vanidad.
La comida fue un punto negro en nuestro viaje, Comimos mal y muy caro. Probamos el plato típico “el goulash” estofado de carne con vegetales. Cuidado al pedir la cuenta, exigir el
ticket y que este detallado. Te ponen el total e incluyen la propina en la misma. No cometáis el error de dejársela otra vez. La penúltima noche decidimos buscar algún pequeño restaurante donde comer unas ensaladas.Los pragenses en general muy secos, incluso rayando la antipatía. No por ello dejaría de volver a está ciudad en la que cada rincón, cada casa respira magia.Nuestra última noche la reservamos para dar un paseo romántico en barco por el río Mondalva con cena, música y entradas para el Teatro Negro (Teatro Ta Fantástica situado en Karlova, 8, Stare Mesto).
No podéis acabar el viaje sin ver una función de este original teatro. Su magia te llena en el silencio de este teatro mudo en el cual los actores sin voces, acompañados de música, te transportan a un mundo de los sentidos sin precedente alguno.