Ella calculaba que eran al menos 10 años sin verse. El sabe que han pasado mas de 15. La vida los reunió de nuevo en el lugar menos pensado para ambos. El pasillo hacia el quirófano, en la camilla va el hijo -de ella- que el ignoraba que existiera. Estan solo los 3, o ellos 2, porque el niño sigue de largo en la camilla rumbo al quirófano mientras el la detiene apenas un momento.
La ciudad los sigue mirando con los mismos ojos de aquel entonces.
Las calles, las que caminaron juntos, siguen llenas del mismo cansancio.
-No sabía que habías tenido un hijo.
-No importa, sólo somos él y yo. Me alegro que vaya a estar en tus manos. Tampoco sabía que eras anestesiólogo y seguías viviendo aqui.
Hubo una larga pausa. El le extendió un bolígrafo.
-Necesito que firmes la autorización.
No supo o no se atrevió a decirle mas despues de tantos años, la distancia entre ambos era tan cerca y al mismo tiempo, la misma ciudad, el paso de los años o el trabajo o vaya a saberse que cosas, partían en 2 el mismo mundo que ambos compartieran un tiempo. Y en medio un vacío de años, eternos y cortos a la vez.
Ya estaba la firma, con el nombre que antes a él le significara tanto.
-Cuidalo como si fuera tuyo, por favor.
El no contestó nada, no dijo ni "sí" ni "no". No era suyo, nunca lo sería. Tampoco ella volvería a serlo. Apenas un apretón de manos entre viejos compañeros antes de dar la vuelta y encaminarse al quirófano sin despedirse, sin esa sensación de haberse dicho adios de nuevo.
No eran, ni serían nunca, los de antes.
(*) Canción de Ismael Serrano, del mismo nombre. Mínima paráfrasis...