Al terminar, todos salieron del aula arrastrando sus ocho patas mientras yo permanecía en una esquina mirándome en silencio los pies.
Revista Talentos
No podía creerlo, el profesor tenía ocho patas; se desplazaba con seis y las dos delanteras eran sus manos, pero a ninguno de mis compañeros le llamaba la atención.
Al terminar, todos salieron del aula arrastrando sus ocho patas mientras yo permanecía en una esquina mirándome en silencio los pies.
Al terminar, todos salieron del aula arrastrando sus ocho patas mientras yo permanecía en una esquina mirándome en silencio los pies.