El otro día leía una entrevista al escritor Antonio Gala. Una conversación con enjundia en la que no dejaba títere con cabeza. El erudito cordobés se despachó a gusto, y fue el eco de muchos españoles hartos de tanta estupidez y despropósitos gubernamentales. Manifestaba el ilustrado el dolor que le producía observar que estábamos en manos de unos tontos (textualmente). Razón no le falta al docto articulista. Si hace un par de años se decía que el Gobierno de Rodríguez Zapatero había perdido el rumbo y sólo daba bandazos, ¿Qué me dicen de estos chicos? Cavernícola. Ayer como hoy y como mañana siguen metiendo la pata estrepitosamente. Sus decisiones a base de decretazos crujen y chasquean en grado superlativo. Las decisiones tomadas hasta la fecha se asemejan al “Camarote de los Hermanos Marx”, en dónde lo surrealista es habitual, y lo cotidiano es histrionismo puro y duro.
Estos chicos, la mayoría procedentes
de la infamada clase alta que no mamaron dificultad alguna para sus necesidades
vitales y no tan vitales, han aprobado una lista de medicamentos que en el
próximo mes de Septiembre dejará de pagar la Sanidad pública. La lista está
redactada con alevosía, premeditación, ensañamiento y perrería. No pueden ser más
crueles de lo que están siendo. Uno puede ser cruel con su vecino de al lado.
Al fin y al cabo, están en igualdad de condiciones. Pero atacar a las clases
más desfavorecida de una sociedad, pensionistas, discapacitados, e inmigrantes,
es sencillamente un sadismo depravado e infame. No se puede incluir en esa
lista medicamentos sumamente esenciales en los daños colaterales derivados de
enfermedades crónicas o, sencillamente, del ineludible devenir de los años: Medicamentos
como Almax, Duphalac o Fortasec han sido excluidos de forma mísera y vomitiva.
Pero a la vez pretenden demostrar sus innegables y traslucidas
rúbricas responsables y fraternas. El Ministerio del Interior concede el tercer
grado a Uribetxeberria, verdugo
de Ortega Lara durante 532 días. Manda cojones con esta tropa de fariseos.
Nadie está libre de sufrir un cáncer. Tampoco esta cloaca de alcantarilla. ¿Acaso
esta bestia parda tuvo una brizna de humanidad durante el confinamiento del ex
funcionario de prisiones? ¿Por qué, entonces, tenemos que dejarlo en libertad
amparándonos en un gesto de humanidad? No, hombre no. Lo lógico es que este excremento
acabara sus días en prisión y sufriera en su propia piel lo que otrora hizo
sufrir a una victima inocente. Pero estamos en manos de un tropel de descarriados
pertinaces cuya forma de hacer las cosas es, sencillamente, monstruosa. Las
acciones de los monstruos son depravadas dijo en una ocasión el astur mexicano
Paco Ignacio Taibo II. Razón no le falta.
También Antonio Gala tenía razón
cuando dijo lo que dijo. Somos el hazme reír de Europa y de medio mundo. Y la
otra mitad del planeta nos respeta gracias a Saúl Craviotto, Ángela Pumariega, Jessica
Alonso, y a ‘La Roja’. De lo contrario, cualquier república bananera tendría
mejor imagen que nuestro país.
Y en medio de esta estampa tan pastoril,
otro espécimen de la fauna política española irrumpe en el panorama andaluz
creyéndose el nuevo Robin Hood o, sencillamente, un clon del malogrado Sancho
Gracia en el papel de Curro Jiménez. Sí, claro, me refiero a Juan Manuel Sánchez Gordillo, notable señor feudal con complejo de señorito andaluz.
¿Quién se quejaba del titular? Comparen. El tipo se piensa que Andalucía es un cortijo
de su propiedad. Si la imagen de la
clase política estaba devaluada, este rabioso edil ha logrado un nuevo hito:
denostar hasta extremos ínfimos la imagen de la vida política española.
A la vista de lo visto y de lo que
tenemos alrededor, sólo nos queda un camino: coger la maleta y salir zumbando.
Otrora fue huyendo de un dictador vomitivo; hoy, escapando de unos políticos
rufianes, bribones y tontos. Cierto don Antonio.
