LA COFRADÍA DE LA FLOR SOLAR
Idem
Edición original en vinilo: 1971
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Vaya extraño mote -hasta parece emergido de algún disco de la mismísima Mahavishnu Orchestra!- para uno de esos diamantes en bruto del rock nacional, cuyo paso por la escena caliente corrió en proporción inversa a la extensión de su propio nombre.
En las buenas épocas en que las radios AM y FM osaban difundir los discos completos de todas estas glorias, ya sea con motivo de una edición original o una reedición, recuerdo haber captado por primera vez el sabor de La Cofradía a través de su único álbum editado hasta entonces, de título epónimo. Ese sabor vino con "En la siesta" y "Nos encontraremos en alguna parte", temazos que inmediatamente quedarían perpetuados en un cassette grabado desde mi Ranser monoaural. Claro que a todos los adolescentes-jovenzuelos de entonces (segunda mitad de los ’70) nos sonaba -y mucho- el nombre La Cofradía: las revistas rockeras de la época, con "Pelo" a la cabeza, dedicaban su espacio al grupo y sus, luego, ex-integrantes.
Emigrados de su Nogoyá natal, los entrerrianos Juan "Kubero" Díaz (guitarra y voz), Morcy Requena (bajo) y Manija Paz (batería) habían anclado en La Plata a fines de los ’60. El entorno se ampliaría tanto ante la llegada de otros músicos y artistas que muy pronto La Cofradía de la Flor Solar se convirtió en una comunidad, con la que alguna vez tuvieron que ver figuras claves del rock de antaño como el escritor y periodista Miguel Grinberg, el empresario Jorge Álvarez y los músicos Jorge Pinchevsky, Alejandro Medina, Javier Martínez, Miguel Cantilo y Billy Bond. Fue precisamente este último, también empresario, el que tendió una mano a La Cofradía para que en 1971 editara vía Microfón el disco que nos ocupa.
Música de avanzada para la época, con guitarras distorsionadas y fuerte toque psicodélico incluso en las letras y el arte de tapa, buena voz y contundente instrumentación por parte del trío Díaz-Requena-Paz junto a los guitarristas Enrique Gornatti y Eduardo "Skay" Beilinson, hacen de este debut un verdadero objeto de culto. Ocho temas, divididos en cuatro por cara pintaban a una Cofradía ciertamente singular que discurría por armonías electroacústicas ("Quiero ser una luciérnaga", "Todo mi mal", "En la siesta") y experiencias psicodélicas no sólo vibrantes ("Fiesta de amor en el cielo", "Nos encontraremos en alguna parte" -con un trabajo impresionante de Kubero en guitarra) sino también alocadas ("Se ama o no se ama"), rockeras cuadradas ("Rock alrededor del país") y hasta... yeah, baby... bieeeen bluseras ("Paz de panza").
Estableciendo paralelos con otros pioneros del género, la asociación de La Cofradía con la comunidad franco-inglesa Gong parece obvia. Ambos nombres cobijaron a un heterogéneo grupo de artistas e intelectuales que con un particular estilo de vida de amplio guiño a la cultura hippie de fines de los '60 supieron sumergirse en corrientes sonoras sumamente originales que aún al día de hoy permanecen frescas e inalteradas. La curiosidad del destino incluso vincularía estas dos grandes bandas poco después, a través de un nexo clave: Jorge Pinchevsky. ¿Cómo? ¿El inmortal violín rosarino del rock nacional en un disco de Gong? Ya hablaremos de ello muy pronto...
En fin, para los que nunca supieron de esta perla que dio el rock por estos lares hace ya 40 años, en octubre pasado se reeditó en CD el disco original más bonus tracks que incluyen el simple de la banda aparecido en 1969 ("La mufa"/ "Sombra fugaz por la ciudad") y otras delicias imperdibles.
Genial excusa para entrometerse en el mágico mundo de un grupo argentino de gran talento y de una apertura sonora sin precedentes en su época.
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