Revista Literatura

La Colón.

Publicado el 06 octubre 2011 por Gildelopez
Llegué al ICC a cursar el quinto de primaria. Tenía miedo. No sólo iba a empezar un nuevo grado: para mí también nuevos eran la escuela y los compañeros, de los que no tenía la menor idea de quiénes ni cómo serían. Lo que si sabía era el nombre de mi maestra: María Páramo. Estuve a punto de ser inscrito en otra escuela, pero cuando mi papá se enteró de quién era la profesora del grupo me dijo: "está decidido, te vas a la Colón". Poco duraron mis temores: desde el primer día de clases, la maestra Páramo hizo que nos sintiésemos más como sus hijos que como sus alumnos. Tal era su afectuosa manera de tratarnos. Por otro lado me sentí con más confianza al ver que varios de mis compañeros en el Guadalupano lo serían también en la escuela del padre Escoto. En poco tiempo, además, me había hecho con nuevas amistades. Recuerdo a Toño Guillén (al que envidiaba porque vivía a unos pasos de la escuela: como yo era medio flojo para levantarme, siempre llegaba tarde), Javier Castillo y Abel Sánchez, pero el que fue mi gran amigo en esa etapa de la primaria fue Toño Delgado Ponce. Nuestro grupo tuvo un raro privilegio: no sólo estuvimos a cargo de aquella extraordinaria maestra ese año; al entrar a sexto supimos que el padre Enrique había hecho movimientos en la plantilla docente y doña María era nuestra profesora de nuevo. Gozamos, pues, de otro curso con atención casi personalizada. La maestra detectaba cuáles alumnos aprendían bien y les ponía algunos ejercicios o tareas para hacer ellos sólos y ella se concentraba en los que eran más lentos. Les explicaba las lecciones pacientemente hasta que los hacía entender. A la hora del recreo, había venta de tortas. No recuerdo cómo era el sistema, pero creo que cada día le tocaba la elaboración a las diferentes maestras de la escuela. Desde luego que las que nos gustaban mas (que me disculpen las otras maestras) eran las que se hacían en nuestro grupo, no sólo porque las hacía nuestra querida maestra, sino porque realmente eran las mejores. La maestra Páramo tenía una gran habilidad en todo lo que emprendía. El día que esperábamos con ansia era el viernes, pero no, como pudiera pensarse, por la llegada del descanso finisemanal. No. Ese era el día en que la maestra nos narraba grandes obras de la literatura. No nos las leía, al menos no completamente; más bien no las iba contando con sus propias palabras, haciéndolas más vívidas, emocionantes y sobre todo, comprensibles para nosotros. Nos decía que ya que habíamos trabajado tanto durante la semana, nos merecíamos esa distracción. Claro que cuando nos habíamos portado mal, nuestro castigo era terrible: ese viernes no habría "cuento". A la siguiente semana éramos el grupo mejor portado de la escuela: no nos arriesgábamos a perdernos sus historias dos semanas seguidas... En ese ambiente de camaradería fue transcurriendo el curso; cuando nos acercabamos al final de este, que lo era también del nivel de primaria, hablábamos a veces, con emoción, de nuestra siguiente etapa: la secundaria, que ya estaba a pocas semanas de distancia. Otro era, sin embargo, el leit-motiv en casi todas nuestras conversaciones: la IX Copa Mundial de futbol. Todo el recreo no hablábamos de otra cosa y al regresar al salón seguíamos con el tema; la maestra también se había contagiado con nuestra fiebre futbolera y participaba un rato en nuestras discusiones hasta que, conteniendo una sonrisa, nos decía: "¡basta de argüende, a trabajar!", en un tono que pretendía ser enérgico, pero que más bien resumaba afecto. Más o menos al terminar el mundial, llegó la fecha de nuestra graduación, en la que el orador principal fue el Maestro Javier Moreno Piedra. No recuerdo su discurso, pero sí que hizo llorar a algunas de las mamás presentes. Después de las emociones del futbol, de los exámenes finales, de los nervios previos a la ceremonia de graduación, estábamos listos para la secundaria. Otra vez, sentía yo temor, pero ahora sentía en mí una mayor seguridad: doña María Páramo había hecho un buen trabajo. Santa Ana, CA, 5, octubre, 2011.Published with Blogger-droid v1.7.4

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