Cuando yo era chico (no hace tanto tiempo como piensan) los niños inventábamos nuestros propios juegos. Basados en los libros que leíamos, las películas, las historietas o juegos nacidos absolutamente de la nada, creados desde un big bang imaginativo sin fondo.
Había batallas, vaqueros e indios, piratas, luchas con monstruos, ataques de robots, peleas entre superhéroes, invasiones extraterrestres, choques entre romanos y vikingos, carreras en bici, vigilancias a lugares embrujados, paseos al bosque, competencias de aguante bajo el agua, construcción de cohetes, visitas al circo y al zoológico. Jugábamos a juegos increíbles en parques, plazas, veredas y callejones. Los niños éramos libres e inventivos.
Había una libertad infantil impensable hoy en día - tiempo de miedos y peligros tan inmediatos.
Los niños tenían una imaginación creativa - hoy, colonizada por adultos, con juegos pre-diseñados en pantallas y tabletas, donde a los niños se les entrega todo, las reglas y la meta, la escenografía y los puntajes.
No se puede hacer nada contra la invasión adulta de la mente infantil. Como no se puede hacer nada contra el encierro físico y la falta de aventura auténtica en la infancia actual.
El intelecto infantil, libre y creador, se ha convertido en un receptáculo inactivo, aburrido e inerte, de los intereses comerciales adultos.
Triste.