Revista Talentos

La colosal fuerza de uno solo

Publicado el 22 octubre 2015 por Pablogiordano

Diego Fonseca, periodista argentino radicado en Washington y editor asociado de la revista de crónicas "Etiqueta negra", publicó "Stiglitz detiene el tiempo", un perfil magnífico y provocador del polémico Nobel de Economía 2001. El libro llegó en poco tiempo a los topes de venta digital, incluso en las listas anglosajonas. Un caso excéntrico.
La colosal fuerza de uno solo

Para Diario Perfil (Buenos Aires)    La relación entre la economía y el tiempo es crítica: obtener ventaja en el menor tiempo posible, conservarla maximizando el beneficio y hacerla sostenible. Una ecuación compleja que corre contra el segundero. Por eso el comienzo de Joseph Stiglitz detiene el tiempo (e-Cicero 2013) es tan efectivo: “¿Podemos confiar el futuro de la economía del mundo a un hombre que llega tarde a todas partes?”   Una helada mañana de marzo de 2011, Joseph Stiglizt (Premio Nobel de Economía 2001) detuvo el ascensor en la planta baja del Uris Hall de Columbia University. Venía de su casa con una parte de la camisa afuera, y llegó tarde. Allí lo esperaba el periodista argentino radicado en Washinton Diego Fonseca. “Fui ya decidido a reunir datos, escenas —cuenta el autor a PERFIL—. Reunirte con un Nobel es, de por sí, un evento extraordinario del que debés tomar nota. La primera reunión implicó una espera de seis meses entre que fue el pedido y Stiglitz encontró lugar en su agenda. Luego de verlo la segunda vez, entendí que se trataba de un tipo capaz de recordar toneladas de bytes de información pero olvidar la hora de su reloj. Por supuesto, mientras creí que Stiglitz tenía esa marca distinguida (vivir con hora propia), produje todo el research sobre su vida, y allí descubrí que podría no vivir con hora propia en la muñeca pero vivía con hora propia con todo el cuerpo: llegar tarde era algo normal en él”. Esa relación entre el tiempo y las decisiones sobre temas macro, en la que el cronista hizo foco, se presenta en el libro como una compleja paradoja. El Nobel lo maneja bien. Se entretiene con el tiempo y aquello que le interesa, donde es capaz de ser escuchado. Llega a tiempo a lo que es crítico, y el valor de lo que es crítico es algo que sólo conoce él.    Después de trabajar en el Banco Mundial y en el Fondo Monetario Internacional, de asesorar a países desarrollados y a grandes firmas, Stiglitz confrontó con sus políticas, fue despedido y despreciado en Washington y Wall Street. El Nobel compara al FMI con un “hospital donde los enfermos empeoran” y apareció de improviso en el parque El Retiro, de Madrid, para animar a los indignados con un altoparlante. “A Joe, como lo llaman en la familia, no lo quieren mucho quienes fueron sus empleadores en el Banco Mundial ni los pensadores neoliberales —explica Fonseca—. Tampoco tiene puertas ampliamente abiertas en Estados Unidos. El establishment demócrata respeta su inteligencia pero sus sugerencias no han tenido aplicación práctica. Mientras Obama tuvo a su lado a Tim Geithner, que viene del riñón financiero que Stiglitz quiere diseccionar, su discurso no llegó a la Casa Blanca. Pero todos lo escuchan, incluidos los conservadores británicos, el gobierno de China y los gobiernos nacionalistas de América Latina”.   Fonseca muestra un Stiglitz desalineado, mirando al cielo, pensando mientras otros lo esperan. Su figura es un Némesis solitario del actual “orden mundial”. Si fuera un superhéroe su archienemigo sería El Hijo de Dios, Lloyd Blankfein Super JP Morgan Money, el economista que perdió miles de millones de dólares con créditos e inversiones malignas y convenció al gobierno de Estados Unidos de salvarlo con otros tantos miles de millones en fondos públicos. Para describir al héroe dentro de su ciudad gótica, el autor se sitúa en el Foro Económico Mundial de Davos, que, según describe, reúne a los presidentes de las naciones poderosas, aspirantes y pretenciosas, al uno por ciento de los gatos gordos y a intelectuales de cartel francés. En ese foro, Stiglitz es una estrella a la que otros van a admirar, no alguien del público que se fija en los demás: es de los pocos que puede bajar esas montañas con tablas de mandamientos axiológicos sobre la economía global y ganar parroquia.    Para Diego Fonseca no existe en el mundo una nación que haya aplicado, de manual y en términos absolutos, la receta económica del neoliberalismo. Stiglitz cuestiona a los países centrales pero para competir con las grandes empresas globales de esos países los emergentes precisan corporaciones de peso similar. “Si hacen eso —advierte—, el riesgo de captura del Estado es elevado, por lo que, en plan de aplicar algunas medidas neokeynesianas, precisás de consensos y de construir hegemonías complejas, que pueden resultar contradictorias con el discurso de Stiglitz. Ha fracasado el último experimento neoconservador y ahora las naciones ensayan medidas de reparación, que casi por definición tienen al Estado en el centro. Por lo tanto, es el regreso del neokeynesianismo y este es el momento para las voces como las de Stiglitz ”. (2013)
La colosal fuerza de uno solo
   El libro fue publicado en formato digital y alcanzó los topes de ventas en Amazon con una rapidez apabullante, trasladándose a España al poco tiempo. Fonseca (quién también editó hace poco Sam no es mi tío (Alfaguara), una antología de crónicas escritas por latinos viviendo allí) asume alguna suerte: “Hubo coincidencias importantes. A pocos días en que salió a la venta el libro y comenzamos la difusión con eCícero se dio la Cumbre de Davos. Las críticas de Stiglitz al estado del capitalismo, en especial su mirada del capitalismo financiero, fueron duras. Unos días antes, la prensa también tomaba las divergencias de mirada de Stiglitz y Krugman sobre la desigualdad económica. El contexto ayudó mucho al libro. Vivirlo lo vives normalmente. Si te llama la atención que el libro acabe de número dos en los Hot Releases de periodismo de Amazon, el único en español entre una marea de buenos textos en inglés, pero también aprendés a vivir con la circunstancia. Hay mucha fluctuación en las ventas, te acostumbras a eso”.

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