A veces tengo la sensación de que estoy esperando a entrar en el juego.
Como si la vida fuera el juego de la comba, se mece de arriba abajo, y yo, desde un lateral, hago amagos para entrar, sin acabar de decidirme a dar el salto y unirme a su compás. Observando desde fuera, notando la leve corriente que se desprende de su movimiento, tentada enormemente, pero sin encontrar el momento adecuado.
Otra vuelta, otra vuelta, otra vuelta y salto dentro. El temor a tropezar, a ser azotada por la vida, reprime mi salto. Otra vuelta, otra más y salto. La historia se repite, el miedo vuelve a apoderarse de mis pies, dejándolos inmóviles mientras mi cuerpo se balancea queriendo saltar.
Otra vuelta más, una más y entro. Lucho contra la gravedad que atrapa mis pies, aumento el balanceo, quiero saltar, tengo que saltar, voy a saltar...
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