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La conciencia de babel

Publicado el 13 marzo 2010 por Metaemigrante
Las veces que he leído o visto algún material sobre "la biblioteca de Babel" no he podido evitar pensar en las similitudes con el funcionamiento del cerebro. A pesar de que siempre me han producido mucho rechazo esas asociaciones arbitrarias hechas por intelectuales, donde se mezclan papas fritas con dulce de leche y se llegan a conclusiones absurdas, no he podido evitar hacer este post que no debería ser tomado como una contradicción sino, más bien, como una venganza.

“El universo (que otros llaman la Biblioteca) se compone de un número indefinido, y tal vez infinito, de galerías hexagonales, con vastos pozos de ventilación en el medio, cercados por barandas bajísimas. Desde cualquier hexágono, se ven los pisos inferiores y superiores: interminablemente. “
Al igual que el cerebro los libros tienen distintos niveles de organización, las letras generan patrones que terminan siendo palabras, y las palabras otros patrones llamados oraciones. Hasta llegar al libro podríamos tener que atravesar varios niveles intermedios de organización, un número desconocido por mí en ambos casos, libros y cerebro.
“A cada uno de los muros de cada hexágono corresponden cinco anaqueles; cada anaquel encierra treinta y dos libros de formato uniforme; cada libro es de cuatrocientas diez páginas; cada página, de cuarenta renglones; cada renglón, de unas ochenta letras de color negro. “
Como es obvio las diferencias también son muchas, tantas que no vale ni siquiera la pena recalcar que un libro es un árbol muerto dispuesto en láminas con tinta dentro y el cerebro es una bola de grasa y proteínas.
Quedémonos entonces con que en ambos el” mensaje final” será producto del patrón que haya quedado establecido.

La conciencia de babel
“De esas premisas incontrovertibles dedujo que la Biblioteca es total y que sus anaqueles registran todas las posibles combinaciones de los veintitantos símbolos ortográficos (número, aunque vastísimo, no infinito) o sea todo lo que es dable expresar: en todos los idiomas.”
En resumen, estamos en una biblioteca inmensa, llena de libros de los cuales es casi imposible entender que dicen ya que probablemente estén escritos al azar. Sin embargo en esta biblioteca están todos los textos posibles incluidos este blog.
Ahora traduzcámoslo a nuestras letras, las neuronas. Todas las experiencias vividas por los seres humanos, y por todos los animales existen en tanto y en cuanto un determinado patrón de neuronas es activado. Todos los libros que sean factibles de ser leídos generarán un patrón determinado en el cerebro por lo que estarían potencialmente en él, así como todos los libros están en la biblioteca de babel.
No se si Borges cuando escribió este cuento pensó en que cada uno de nosotros es como la propia biblioteca, donde a cada instante se escribe un libro con 100 mil millones de neuronas que traducen nuestros sentidos y pensamientos en la información eléctrica que nos hace existir.
Todas nuestras experiencias, todos los pensamientos, todo lo que consideramos nuestra vida es producto de un número limitado de interacciones entre neuronas. Ese recuerdo atroz que te pone la piel de gallina o aquel día que gozaste más nunca antes y ni después, ambos estaban potencialmente dentro de tu cerebro incluso antes de que ocurrieran. Simplemente eran neuronas conectadas esperando ser activadas. Indicios de esta preexistencia se hacen patente en los sueños.

“Quienes la imaginan sin límites, olvidan que los tiene el número posible de libros.”


La forma en que se intercomunican esas neuronas es la que determinará el patrón que nos trasmitirá todas nuestras vivencias. Como en la biblioteca el número de combinaciones posibles es muy alto, pero no es infinito. Por lo cual el número de experiencias que podemos vivir es limitado. La experiencia de caminar por la luna está ahora latente dentro de nuestros cerebros esperando ser activada.
“También alegó un hecho que todos los viajeros han confirmado: No hay en la vasta Biblioteca, dos libros idénticos.”

Cada experiencia que vivimos modifica nuestro cerebro, es verdad que uno no puede bañarse dos veces en el mismo río, pero tampoco puede ver dos veces la misma manzana. Incluso si uno mira mucho tiempo una manzana, el fruto deja de ser el mismo y pasa a ser otro fruto distinto. Aún así jamás podríamos pensar infinitas manzanas, porque las manzanas pensables son limitadas.
Cuando yo era chico el universo era infinito, en un momento durante mi adolescencia empezó a tener fin, así de repente, dentro de mi cerebro el universo se volvió más chico. Seguramente, un grupo de neuronas se encargaron de ponerle un borde.
Hoy en día, en este universo, el número de átomos que hay es limitado. Lo único infinito que nos quedan son los números que son producto de nuestro cerebro, que no tiene la capacidad de pensar el infinito. Así que lamentablemente deberíamos ponerle un fin a eso también.
Fin


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