Revista Literatura

La conciliación de la vida familiar y profesional

Publicado el 26 febrero 2011 por Ludwig
La conciliación de la vida familiar y profesional- ¡Manolo!. ¡Ponte al teléfono!. ¡Es tu jefa!.
- Hola Felisa. ¿Cómo estás?.
- Bien, ¿y tu?.
- Bien, gracias.
- Mira Manolo. Este sábado tenemos trabajo urgente. Hemos de aplicar todos los parches pendientes a los servidores. ¿Cómo lo tienes para venir?.
- Uf. Me pillas en mal momento. Este sábado estoy muy liado. He de llevar a mi hijo a un partido, luego como en casa de los suegros y por la noche toca kiki a la parienta, tras una cena preparada por mi.
- Bueno. Pero lo de los servidores es mucho más urgente.
- También lo es la conciliación de la vida familiar y profesional, Felisa. Lo siento pero es imposible.
- Esta bien. Llamará a Lucas.
- OK. Hasta el lunes.
Felisa colgó el teléfono y volvió a marcar. Odiaba aquellas situaciones. En realidad la culpa había sido suya por no leer aquel email que la había enviado la central, dos meses atrás. Y ahora todo eran prisas...
- ¿Lucas?. Hola. Soy Felisa y quería pedirte un favor...
- Si puedo hacerte el favor, lo haré, Felisa...
- Se trata de venir mañana a aplicar unos parches a los servidores...
- ¿Mañana?. ¡Imposible!. Tengo la agenda muy apretada...
- Pero Lucas. Si no tienes responsabilidades. Eres soltero.
- Deja que mire la agenda...
- Ya la he mirado yo y no tienes nada...
- Claro. Has mirado la del trabajo, pero también tengo una particular. A ver. Deja que mire... Mal. Lo tengo muy mal. Sábado, sábado, ¡aquí lo tengo!. Por la mañana empiezo un libro y ello requiere dedicación al completo. Luego he quedado con mi sobrina para ir a dar de comer a las palomas. Luego comida con una amiga y si se tercia, tarde de sexo, hasta la hora del partido. Después cena y discoteca...
- ¿Y el domingo?. ¿Cómo lo tienes?.
- Jodido, si ligo en la discoteca la noche anterior. Y si no ligo, iré a la salida en moto que ha programado la peña motorista. Tal vez a las siete de la tarde esté de vuelta y quizás podría... No. Espera. Tampoco es posible. He quedado con mi sobrino y unos amigos suyos para jugar a la canasta.
- Ya veo que no me puedes hacer el favor. En fin. Ya veré que hago. Adios.
- Lo siento. Hasta el lunes.
Felisa marcó otro número, el de su jefe Bronchales.
- Bronchales. Soy Felisa. No va a ser posible hacer lo de los servidores este fin de semana...
- ¿Cómo?. ¿Sabes lo que dirán en la central?.
- ¿Qué quieres que te diga?. No sé quien tuvo la genial idea de promover la “conciliación de la vida familiar y profesional” en esta empresa. Ahora nadie se apunta a trabajar fuera de horas. Y además todos salen a la hora de salida. Nadie hace ni media hora de más...
- Pues hay que tener hecho lo de los servidores para el lunes. Si es necesario lo haces tu misma.
- No puedo, Bronchales. Mañana me toca el polvo anual. Es el aniversario de boda y no voy a dejar pasar algo tan importante.
- Pues ve a trabajar el domingo.
- Imposible. Tu no sabes como me deja mi marido,tras esa noche. Normalmente no puedo ni andar hasta el final de la tarde. Además no tengo idea de como se aplican parches a los servidores. Piensa que soy jefa y estas cosas están fuera de mi ámbito...
- Éstas y muchas otras, por cierto. Bueno. Pues haz venir a un externo. Por lo menos los que vienen de empresas subcontratadas, no tienen políticas como las nuestras.
- Pero eso nos costará un huevo – Felisa empezaba a preocuparse.
- A la empresa no le costará nada, ya que te lo voy a descontar de tu sueldo.
- ¿A mi?.
- Claro que a ti, Felisa. Si hubieras actuado cuando recibiste aquel mail ahora no estaríamos hablando. Da recuerdos a tu marido y um, también la gran admiración que siento por él. Adiós.
Cuando colgó, Felisa estaba feliz. Había salvado su noche de aniversario. Solo por pensarlo, notó un cosquilleo agradable en la espalda. Luego descolgó el teléfono y llamó a la empresa de outsourcing.

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