Las Troyas entre escritores me gustan si hay insultos de por medio y sexo turbio con la mujer del contrario. Para atacar no es tan necesario un motivo como un diccionario muy amplio y un poquito de inquina, sin olvidar lo más importante: ir siempre directo a las personas del verbo. Que Borges dijera que el Ulises de Joyce le parecía un fracaso es una opinión que, como todas las reflexiones propias, se acaba convirtiendo en verdad absoluta. Tampoco es una Troya enfadarse porque alguien no ha citado tu novela en una charla en la Fnac, o en una entrevista, o entre amigos en un bar: ay, el egoblog.
Primer mandamiento del escritor a la hora de citar:
No opinarás de libros que no hayas leído ni leerás.
Primer mandamiento del escritor, en general:
No codiciarás los elogios ajenos.
Con esos dos es suficiente para empezar.
El sábado Pablo Lófish sentó cátedra y confesó en medio de un bar que no se folla de verdad hasta que no escoges a Raphael de fondo para ambientar. Yo tras dos copas y dos cervezas me animé y confesé que a Quevedo le hubiera encantado escribir lo de amar la vida, amar el amor, ser un truhán y ser un señor.