Revista Literatura

La conquista

Publicado el 17 septiembre 2011 por Eltiramilla

Los dos batallones avanzaban el uno hacia el otro, reduciendo el espacio de llanura que los separaba. A un lado, incontables personajes de libros de fantasía: magos, elfos, vampiros, dragones, extraterrestres, hadas, espíritus… Al otro lado, personajes de libros realistas: enamoradizos, delincuentes, profesores, mafiosos, padres, drogadictos, bandas enteras…

—¡Estamos hartos de tanta realidad! —se oía desde las filas fantásticas—. Nos importa muy poco lo que pase en la calle. No queremos más problemas sociales, ni historias de amor verosímiles, ni aventuras que se tengan que ceñir a las leyes de la física de este mundo que para nosotros es una cárcel de la que escapar. Para realidad, ¡ya tenemos el telediario!

El rugido casi animal de todo el batallón asustaba incluso a sus propios miembros.

Las tropas realistas no se quedaban cortas:

—¡Conquistemos el territorio de la fantasía! Que nos dejen ya de mundos alternativos, de anacrónicas espadas, de seres mitad A mitad B divididos por C, de soluciones mágicas para todo. Si quieren vivir en otros mundos, ¡que se vayan a Marte!

Ambos batallones estaban tan cerca que ya podían oler el odio del adversario. Parecían dos tsunamis a punto de encontrarse.

Cuando la colisión parecía inminente y difícilmente evitable, ambos bandos se detuvieron, dejando entre medias un pequeño pasillo. Murmullos de tensión. Estaban tan cerca que ya podían distinguir las caras de los enemigos. Quizá todos estaban esperando un «¡¡¡A por ellos!!!» para lanzarse a matar o a morir, o a ambas cosas (siempre en el mismo orden).

La conquistaUn joven poco sociable dio unos pasos hacia delante, abandonando las filas realistas. Cruzó el pequeño pasillo y se colocó frente al espíritu de un niño. Lo señaló con el dedo. La tensión, que parecía no poder aumentar más, se multiplicó por dos.

—¡Anda!, pero si tú y yo somos personajes del mismo escritor.

—Es verdad —respondió el espíritu, y no dudó en abrazarlo con sus brazos casi transparentes.

El mismo caso se repetía a lo largo de los frentes. Miembros de un lado cruzaban al otro o se encontraban en el centro, algunos visiblemente emocionados.

Además, una anciana y poderosa maga confesó que su sueño era aparecer en una novela negra.

—Aunque sea de mala.

Un cantante de rock que protagonizaba una conocida serie de novelas reconoció con orgullo que su primera aparición («nacimiento») había tenido lugar en un libro de fantasía épica.

—Moría pronto, pero guardo un muy buen recuerdo.

Infinidad de casos similares se oían por doquier. Ambos bandos se mezclaban, se reunían en grupos, charlaban, se contaban batallitas, encontraban nexos de unión con los otros…

Poco a poco, una idea fue extendiéndose a una velocidad endiablada. No sabían a quién o a quiénes se les había ocurrido, pero tenía tanta fuerza que cada personaje que la oía no podía evitar estar de acuerdo y además sentía la necesidad de transmitirla.

Una voz sin cuerpo, protagonista de un libro, atronó sobre las cabezas de todos:

—¡Si alguien no está de acuerdo con la idea, que lo manifieste ahora!

Todos se callaron de repente. Nunca se ha “escuchado” un silencio semejante en una multitud tan inmensa.

De pronto, todos los personajes de los dos batallones, convertidos en uno solo, te miraron y se lanzaron a por ti. Cuando quisiste reaccionar, era tarde. Estabas rodeado. Estabas totalmente conquistado.


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