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La convocación

Publicado el 22 mayo 2010 por Lorena
   Buenas, buenas. Hacía un tiempito que no subía ningún cuento, pero aquí estoy de vuelta. Esta vez, con una pequeña modificación: el cuento está incompleto.
   Les voy a dejar a ustedes elegir el camino a seguir. En base al resultado de la votación, publicaré el sábado que viene la continuación del cuento.
   Si nadie vota o si hay empate, elijo yo (sí, así, bien democrático).

La convocación
   Las cinco velas ardían ferozmente. Ni siquiera la fría brisa que se filtraba por todos lados parecía molestarles. Samuel las observaba consumirse; pero Sebastián estaba más interesado en Sergio, su amigo murmuraba extrañas palabras, con una concentración malsana.
  Se suponía que aquello debía ser solo un juego: tres amigos, cinco velas, un pentágono. Una casa abandonada, en una noche sin luna.
  Sebastián no había podido evitar reírse a carcajadas cuando Sergio se lo había propuesto. Y hasta le había divertido ver la cara de Samuel, tratando de ocultar su miedo. Pero la noche anunciada había llegado y no estaba resultando divertida.

  Sebastián echó un vistazo a las velas que se consumían al unísono. Sergio seguía murmurando.
  La cara de Samuel se desencajaba, pero a Sebastián ya no le causaba gracia, sino que comenzó a sentirse incómodo. Miró a su alrededor, la brisa se estaba haciendo más persistente, llenando la habitación con un hedor frío.
  De repente, Sergio calló. Las velas se apagaron. El silencio persistió unos segundos antes que Samuel hablara:
  —¿Qué… qué sucedió?
  —Las velas se apagaron —dijo Sebastián tratando de mostrarse despreocupado.
  —¿Sergio? —llamó Samuel.
  —Está hecho —musitó su amigo.
  —¿Qué cosa? —levantó la voz Sebastián.
  —¿Qué… qué pasó? —Samuel parecía estar moviéndose—. ¿Qué está…pasando?
  —Los he llamado —dijo Sergio.
  Un viento súbito se batió con fuerza a su alrededor y comenzó a silbar.
  —Esto es una pérdida de tiempo —dijo Sebastián, levantándose; no se veía nada, ni siquiera se veían entre sí.
  —¿A quiénes llamaste? —preguntó Samuel.
  —A nadie, Sam —dijo Sebastián moviéndose con cautela—. Como dije, esto es una completa pérdida de tiempo.
  —Los he llamado —repitió Sergio—; ellos nos mostrarán el camino… si deciden contestar.
  —Esto ya no es divertido, Sergio —Sebastián había comenzado a alejarse de sus amigos, caminando con lentitud—. Vayámonos de una vez de aquí, preferiría…
  Unos golpes a la puerta le interrumpieron.
  —¿Qué… fue… eso? —preguntó Samuel.
  Los golpes se repitieron.
  —Han venido —dijo Sebastián—. ¿Abrimos?.

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