El tema de la creencia ha sido tratado a lo largo de los siglos por personas que han dedicado mucho tiempo, toda una vida incluso, a desentrañar su misterio. Creemos, pero no sabemos porqué, ¿o sí? Yo, sin llegar a tanto, también he ahondado un poco en ello y he llegado a algunas conclusiones que, con el paso del tiempo, me han abierto a otras posibilidades y me han hecho ver el mundo de una forma muy diferente a la que tenía hace tan solo unos pocos años.
Todos creemos en algo o en alguien. Es algo tan necesario como el alimentarse o el respirar. Creer o tener fe no implica necesariamente ser una persona religiosa pues la religión no es más que una vía, un camino más de tantos que se toman para intentar llegar a la verdad. ¿Quién no ha creído o cree en un padre o una madre, en un hermano, un amigo, un maestro, en resumen, en alguien que le guíe por la vida? Eso es lo que buscan también, aunque a muchos les pueda parecer algo incomprensible, quienes tienen fe en algo no material como una deidad o cualquier otra entidad ajena a lo racional.
A pesar de lo que se pueda argumentar en contra, opino que no existe ninguna religión que sea mala por naturaleza. Son los hombres los que las pervierten siempre en su propio beneficio. Algunos sostendrán que han sido causa de grandes males a lo largo de la historia pero en todos y cada uno de los casos, antiguos y modernos, la religión, fuera cuál fuera, solo ha sido la excusa utilizada para llevar a cabo el verdadero propósito de quienes han matado por ella. Fanáticos sedientos de poder, capaces de subyugar a una multitud, siempre los ha habido y los habrá pero lo cierto es que, si desde el principio de los tiempos no hubiera existido religión alguna, es seguro que habría sido cualquier otra cosa la causa de los mismos males.
Desde bien joven y hasta hace más o menos una década yo siempre fui una persona de firmes convicciones científicas. Para mí, aquello que decía la ciencia era lo que valía y lo demás no, salvo una curiosa excepción: todo aquello relacionado con el misterio más clásico. Es decir, los ovnis, los fenómenos paranormales y todo lo sobrenatural. No me preguntéis cómo era (y soy) capaz de convivir con dos conceptos tan en principio opuestos pero el caso es que, al menos en mi mente, ninguno invalidaba nunca al otro.
Esto comenzó a cambiar cuando escuché por primera vez "Milenio 3" en la SER. Ello, unido al que luego se convirtió su programa hermano, "Cuarto Milenio" (el cual por cierto comienza nueva temporada este domingo), hizo que semana a semana me fuera interesando por un montón de temas que abarcaban mucho más de lo que había conocido hasta ese momento. Estoy convencido de que, de no haber seguido dichos programas y a la gente que los hizo, yo no sería el que soy ahora.
Claro está, Iker Jiménez y su equipo no han sido mi única fuente de conocimientos, y no son pocos los documentales que me han ofrecido una visión alternativa de cosas que la ciencia más ortodoxa tiene más que trilladas. Como ejemplo me viene a la mente algo de lo que hace tiempo también hablé en otro blog: las pirámides, pero no limitándome a las conocidas de Egipto o América Central. ¿Sabíais que hay pirámides en Bosnia, en China, en Australia y en muchos otros lugares del planeta? ¿Cómo culturas y pueblos tan diferentes y distantes unos de otros en tiempo y espacio utilizaron un mismo concepto arquitectónico para sus lugares sagrados? ¿Qué pueblo o civilización fue el primero en crearlo? Hacerme estas y muchas otras preguntas me ha hecho darme cuenta de que seguimos muy lejos de conocer lo que realmente sucedió y de que teorías antaño inverosímiles tienen ahora mucho más sentido que las explicaciones "oficiales".
Y es que, en su búsqueda, el hombre siempre necesita un punto de partida, algo con lo que empezar a entender el mundo. A lo largo del camino muchos llegarán, como me ha sucedido a mí, a un instante en el que su fe previa será puesta a prueba y deberá entonces decidir si aferrarse a ella, abandonarla o compaginar de alguna forma lo viejo y lo nuevo. Yo he elegido hacer esto último, pues no he dejado de creer en la ciencia pero sí tengo claro que no tiene todas las respuestas ni, probablemente, las tendrá jamás. Hay cosas que se le escapan y son estas las que, a veces, sirven de guía a tanta gente en el mundo. Si queréis ejemplos, uno muy bueno es la Sábana Santa cuya imagen, que la mayoría asocia con Jesús, sigue siendo un enigma que la ciencia no ha logrado explicar.
Poco importa si existen o no los extraterrestres, uno o varios dioses u otros seres superiores al hombre cuando lo que cuenta es que creer en ellos da a mucha gente fuerzas para afrontar el día a día y esperanza para el mañana. Un mensaje prácticamente idéntico al que, desde su lugar, la ciencia también nos trata de transmitir. Al final somos nosotros como individuos los que nos inclinaremos hacia un lado o el otro pero lo cierto es que, como ha quedado demostrado, necesitamos creer en algo o en alguien para seguir caminando...