Así que, queridos reyes magos, por navidad quiero un gato. Sí, nunca, jamás, me han gustado los gatos, pero es que los perros no pueden estar tantas horas solos. Así que quiero un gato, a ser posible de pelo corto que con los pelos que suelto yo ya hay suficientes en los metros cuadrados de mi piso. Un gato de raza pequeña y tranquila. Pero que sea mimoso, que el sofá no reacciona por mucho que lo abrace.
Queridos lorceros, bienvenidos a la crisis del recién fugado, o lo que es igual, bienvenidos a la crisis de los 25 años.